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porque la ley no habla espresamente de las mugeres de Egipto, sino de las Cananeas, Amorreas, Jebuseas, &c.: ya tambien porque esta princesa renunció á sus ídolos, y abrazó la verdadera religion: mas lo uno y lo otro me parece falso é improbable. Falso, lo primero: porque la Escritura reprende á Salomón igualmente por su alianza con la hija de Faraon, como por su alianza con tantas otras mugeres estrangeras. Mas el rey Salomón amó apasionadamente muchas mugeres estrangeras, y á la hija de Faraon, y á las de Moab, y de Ammón, de la Iduméa, y de Sidón, y de los Hetéos: De las gentes, sobre las que dijo el Señor á los hijos de Israél: No tomaréis sus mugeres, ni ellos tomarán las vuestras: porque ciertísimamente trastornarán vuestro corazon para que sigáis sus dioses*. Falso, lo segundo, ó cuando menos improbable : porque este hecho histórico no se halla en la historia sagrada, y parece inverosimil y aun imposible que no se hallase, si hubiese sucedido. Si no se halla en la historia sagrada, ¿ de donde se ha tomado? Con el mismo fundamento podré yo decir, que todas las demás mugeres que tomó Salomón, Moabitas, Amonitas, Iduméas, Sidonias, Hetéas, &c., todas renunciaron á sus ídolos y abrazaron la verdadera religion; no obstante que el sapientísimo y sensualisimo rey á todas y á cada una les edificó sus fanos, ó templos donde sacrificaban y'oraban á sus ídolos, y el mismo rey de Israel, afeminado ya, y pervertido su corazon por las mugeres, hasta seguir los dioses agenost, no dejaba de honrar con su presencia las fiestas y sacrificios de sus mugeres, y de adorar tambien, á lo menos esteriormente,

Rex autem Salomon adamavit mulieres alienigenas multas, filiam quoque Pharaonis, et Moabitidas, et Ammonitidas, Idumæas, et Sidonias, et Hethæas: De gentibus, super quibus dixit Dominus filiis Israël: Non ingrediemini ad eas, neque de illis ingredientur ad vestras certissimè enim avertent corda vestra, ut sequamini Deos earum. —3 Reg. xi, 1 et 2.

:

+ Depravatum est cor ejus per mulieres, ut sequeretur deos alie-3 Reg. xi, 4.

nos.

aquellas falsas divinidades. (No niego lo que dice la santa Escritura.)

157. Fuera de esto: ; á que viene aqui (en el libro divino del Cántico de los Cánticos) la hija de Faraon? ¿A esta le compete, ni le puede competer de modo alguno, lo que habla la esposa de este diálogo divino, ni lo que de ella dice el eposo? Lease todo con este cuidado, y apenas se hallará una, ú otra palabra, que separada de todo el contesto, se pueda acomodar, sin gran violencia, á la princesa de Egipto, siendo todas las otras absolutamente inacomodables. Finalmente, se pregunta: ; se sabe de cierto, sin que sea licito dudarlo, que el autor, 6 escritor de este admirable epitalamio fuese el rey Salomon? Ni aun esto sabemos de cierto, por mas que lo aseguren tantos fundados Dicen (como por una en la opinion de algunos Rabinos. prueba, 6 fundamento irresistible), que en el cántico mismo se ve nombrado cuatro veces el rey Salomon. Mas sería bien advertir, que estas cuatro veces que se nombra, siempre se nombra en tercera persona, y siempre, como una mera parábola, ó semejanza, de las cuales semejanzas, 6 parábolas se compone todo el cántico divino, desde la primera hasta la última palabra. Pues quién es el autor 6 el escritor de este cántico divino? Amigo: yo no lo sé, ni lo deseo saber, porque esta noticia nada me importa. Solamente sé, y esto sin duda ni disputa, que su verdadero autor es el Espíritu Santo, que habló por los Profetas; pues así la antigua sinagoga, como la Iglesia cristiana, no solo dispersa, sino tambien congregada en el Espíritu Santo, lo ha tenido siempre entre sus libros canónicos ó divinos, y lo ha estimado y venerado no menos que á Moisés y á los Profetas. Esta sola consideracion me basta á mí para no creer (antes reprobar como una idea insufrible) que el cántico de los cánticos contenga los amores mútuos é impúdicos del joven Salomón con Abisac Sumamitidis, última esposa del santo y decrépito rey David, como pensaron imprudentemente muchos rabinos; ni tampoco con la hija de Faraon como han pensado tantos Cristianos.

158. Pero á lo menos es cierto, decis, que el esposo. del cántico (sea en figura 6 en realidad) no es otro que Jesucristo, ni la esposa puede ser otra que la Iglesia de Cristo? Esta segunda parte de la proposicion yo la concedería sin gran dificultad, si no supiese de cierto lo que queréis que entendamos por estas palabras, Iglesia de Cristo: es á saber, la Iglesia presente de las gentes, y el estado presente que ha tenido hasta el dia de hoy, y que tendrá ó podrá tener hasta la venida del Señor. En esta inteligen cia no podrémos convenir jamas. ¿Por qué? Porque es una inteligencia violentísima, y á mas de esto falsa é improbable. Sobre lo cual (por aorrar disputas inútiles) yo no cito, ni pienso citar otra autoridad ni otro testigo que à vos mismo.

159. No ignoráis que hombres ingeniosísimos y sapientísimos han trabajado infinito sobre esta idea general, con deseo y ansia de acomodar y hacer servir este epitalamio divino á la Iglesia presente. Tampoco podéis dudar (despues de haberlos consultado) su modo de proceder sobre este asunto: esto es, que dicen y no hacen: afirman y no prueban. Dicen y afirman en general, que la esposa del cántico es la 1glesia católica presente; mas llegando á lo particular, ó á la esplicacion ó acomodacion de las diversas particularidades, que se leen en el cántico mismo, ya no se ve tal Iglesia católica presente. Se busca esta y no se halla, fuera de dos ó tres veces; porque no parezca que la han olvidado del todo. En su lugar se ve substituida cualquiera alma buena, que quiera entrar á la vida devota, y aspira á la perfeccion Cristiana. Mas esto ¿por qué? Sin duda porque á la Iglesia presente, ó se tome latísimamente con su activa y pasiva, ó se considere solamente su parte principal, que es el sacerdocio, nada le compete, ó casi nada de lo que aquí dice el esposo de la esposa, ni lo que ella dice de sí misma. Si esta acomodacion fuese posible, ¿ dejarían á la Iglesia universal, y se pasarian á una persona particular?

160. No hace á propósito probar aquí con los hechos

mismos, ó con las espresiones y palabras del cántico mismo, que no se habla en él ni una sola palabra de la Iglesia ó esposa presente de las gentes. Para esto seria necesario un gran volumen; mas volumen, no menos enfadoso que inútil. Para quedar plenamente convencidos, no es necesario tanto. Nos basta considerar atentamente, en juicio, y en justicia, 6 una ú otra espresion entre las innumerables que nos ofrece el cántico divino: por egemplo: Toda eres hermosa, amiga mia, y mancilla no hay en tí*. Si esta sola alabanza (aunque no hubiese otras semejantes) que da aquí el esposo á la esposa, es ciertamente inacomodable á la Iglesia, esposa presente de las gentes, con esto solo quedamos en derecho de concluir, que no se habla de ella en todo este cántico divino; sino de otra cosa mucho mayor y mejor, que, segun las Escrituras debémos esperar.

161. Acaso diréis, lo primero: que esta verdadera alabanza, que da aquí el esposo á la esposa del cántico divino, le cuadra bien (á lo menos en cierto sentido verdadero) á la Iglesia católica presente; á lo que llama el apostol columna, y apoyo de la verdad†: pues en ella sola se enseña y se practica la verdadera fe, que obra por caridad. En este verdadero sentido (proseguís diciendo) puede bien decirle Cristo aquellas palabras: Toda eres hermosa, amiga mia, y mancilla nó hay en tí. A lo cual se responde en breve, que si esto solo basta para dar esta verdadera alabanza á la Iglesia ó esposa presente, deberá tambien bastar para dar la misma alabanza á la Iglesia ó esposa antigua, que vulgarmente llamámos Sinagoga. Esta, en su tiempo, mientras reinó, enseñó siempre sin interrupcion la verdadera fe y la verdadera justicia (y tambien la practicó en muchísimos de sus miembros), y de ella ó por medio de ella hemos recibido y aprendido casi cuanto bueno tenémos. Si no hubiese enseñado siempre la verdadera fe y la verdadera justicia, parece imposible que el Mesías mismo,

* Tota pulchra es, amica mea, et macula non est in te. iv, 7.

+ Columna et firmamentum veritatis. 1 ad Tim. iii, 15.

- Cant.

justísimo apreciador de todo, hubiese remitido á esta enseɓanza, así á las turbas, como á sus mismos discípulos: Entonces Jesus habló á la multitud, y á sus discipulos, diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sentáron los Escribas y los Fariséos. Guardad, pues, y haced todo lo que os dijeren: mas no hagáis segun las obras de ellos : porque dicen, y no hacen*.

162. Diréis acaso lo segundo: que el Apostol y maestro de las gentes dice, que Cristo se entregó á la muerte acerba é ignominiosa de la cruz, para presentársela á sí mismo Iglesia gloriosa, que no tenga mancha, ni arruga, ni cosa semejante, sino que sea santa y sin mancilla†. Aquí pudiérais añadir tambien, que el mismo Apostol en la misma epístola dice á todos y á cada uno de los Cristianos (de los cuales consta y se compone la Iglesia) que Dios nos elijió á todos, para que fuésemos santos, y sin mancilla delante de él en caridad. Mas, ¿qué Cristiano puede dudar de esta verdad? Esta fué ciertísimamente, es y será la voluntad de Dios, y la intencion y deseo del Redentor. Por consiguiente, esta es la vocacion y obligacion de toda la Iglesia, y de todos y de cada uno de sus miembros. Con todo eso, es no menos cierto y visible, aun á los ciegos, que esta voluntad de Dios, esta intencion y deseo del Redentor, esta vocacion y obligacion de toda la Iglesia, y de todos los individuos que la componen, no ha tenido su efecto pleno hasta el dia de hoy; así como parece ciertísimo que lo tendrá en algun tiempo, segun las Escrituras.

Tunc Jesus locutus est ad turbas, et ad discipulos suos, dicens: Super cathedram Moysi sederunt Scribæ, et Farisei. Omnia ergo quæcumque dixerint vobis, servate, et facite secundùm opera verô eorum nolite facere: dicunt enim, et non faciunt. — Mat. xxiii, 1, 2, et 3.

+ Ut exhiberit ipse sibi gloriosam Ecclesiam, non habentem maculam, aut rugam, aut aliquid hujusmodi, sed ut sit sancta et immaculata. Ad Ephes. v, 27.

Ut essemus sancti, et immaculati in conspectu ejus in charitate. -Ad Ephes. i, 4.

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