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haciendo aplauso á sus écos, prosigo respondiendo á su

carta.

10. Veo ya que me avancé mucho, cuando esperé que vista la obra en su fuente, mudaría V. de juicio. Esto es mucho querer, me decía á mí mismo, desde que le escribí la carta, viniéndome á la memoria el dicho de aquel poeta: lo que tubo olor lo conserva largo tiempo. Querer que una testa que ha abrazado un parecer, y en el cual está fuertemente imbuida, lo deje luego, no lo mantenga por largo tiempo, es un demasiado querer. Y por esto, recojiendo velas á mis esperanzas, me contentaba que leida la obra, cuando no mudára V. de sistema, á lo menos no juzgase tan mal de su digno autor. Y veía en la impugnacion del compendio, que el docto y religioso autor era indignamente tratado, y maltratado, abatido, burlado, escarnecido, ridiculizado, y despreciado en último grado. Pues nó, decía yo, lea el impugnador la obra, y una obra por la cual han hecho otros un alto concepto, y cuando no lo estime, á lo menos no juzgue tan mal de su digno autor. ¿Podia yo contentarme con menos? Pero esto es mui poco, me decia á mí mismo. Para no juzgar mal de uno, basta no tener deméritos; y el autor tiene méritos positivos, y de un grado muy superior. Lea la obra, y si por lo que otros le han hecho decir, el impugnador tomó la pluma y escribió contra él, acusándolo de los mas negros delitos, "leyendo aora lo que el autor dice, tan conforme á las Escrituras, tan arreglado á la razon, y tan acorde á toda sana doctrina, tome otra vez la pluma, y cambiado de acusador en abogado, vuelva por él y defienda su inocencia." Lea la obra, y viendo en ella un sistema tan bien organizado, tan sólidamente fundado, tan sábiamente distribuido, tan intimamente trabado, tan óptimamente ideado, conducido y perfeccionado: al ver este raro genio, é ingenio original que se abre una nueva senda por mas de mil años no trillada: y que caminando por ella con pie firme, no solo desembaraza tropiezos, allana dificultades, supera estorbos; sino que la hace amena y deliciosa, para

que otros francamente lo sigan: al ver este mejorado Colon, que en el vasto mar de las Escrituras navega seguro por rumbos desconocidos, declinando escollos, y descubriendo, no un nuevo mundo, sino un nuevo cielo de nunca vistas maravillas, sin que la profundidad de los misterios le impida arribar al fondo de su inteligencia, ni la oscuridad de los arcanos le quite la claridad de esplicarlos; lea, dije, la obra, y viendo que en ella se muestra el autor un profundo escriturario, un sábio teólogo, un versadísimo histórico, derramando por toda ella, sin el estudio de buscarlas, mil otras noticias de mística, de física, de matemáticas, &c. &c., haciéndole justicia alabe su doctrina y respete su mérito: ya que es propio de ánimos generosos alabar la virtud aun en los contrarios, y que el hacerlo no es una liberalidad sin galardon; pues cuanto es mayor el valor ageno, tanto mas gloriosa es la victoria propia. Alabar la doctrina, respetar el mérito del autor, ¿y por esta obra? "Eso menos, me dice V. tendrá méritos respetables en otras líneas: su doctrina en otras materias será digna de encomio, no me opongo... mas en él, como autor de la presente obra, y maestro de las doctrinas que enseña en ella, en mis ojos no parecen meritos que respetar, sino deméritos que reprender. Yo no soi escrupuloso; mas me creería delincuente, si con mis elogios confirmára al autor en sus ideas, &c." Cuando V. lo crea así, amigo, no digo mas palabra: el amigo hasta las aras. Ni V. puede complacerme, ni yo quiero pedirle cosa alguna que sea contraria á su delicada conciencia.

11. No alabe pues V. la doctrina de la obra, no respete el mérito del autor, cuando V. tenga escrúpulo de hacerlo: pero supongo que despues de las claras y sinceras confesiones que hace el autor en la obra de su fe católica, apostólica, romana, no tendrá escrúpulo de reconocer, y no dudar de su catolicismo. Este es un punto mui delicado para todo católico, pero mucho mas para un hijo de S. Ignacio, quien aunque tan paciente en todo género de injurias, en materia de fe no sufria que se le pusiese la menor

duda.

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Ya que se quiere, maltrátese la obra, repruébese la doctrina, no se perdone á la persona del autor; pero á lo menos déjesele salva la fe, y no se le quite el consuelo de que el piadoso ministro, que le asista en su última hora, le pueda decir sin dudar: aunque pecó, no negó la fe, si no creyó *. Conoce V. la justicia de mi súplica, y otorgándomela benignamente me dice en la suya: que no niega, antes sí por el contrario afirma y defiende, que el autor siendo religioso, jesuita, sacerdote, apostol americano, debe creerse y tenerse, como lo tiene en sí y delante de Dios, inocente católico." Estimo y agradezco mui de corazon la gracia que V. me hace á mí, y la justicia que hace al autor. Viva pues su inocencia, triunfe su fe, y bórrense de la impugnacion tantas infamantes espresiones que tan fieramente lo denigran en su inocencia y catolicismo. Entre otras, mayormente estas, que sacadas al pie de la letra dicen así:

12. Al número 2. "En quien escribe de este modo (contra los intérpretes y doctores) no puede menos que sospecharse un ánimo corrompido, y casi dije, engañado con las máximas de los libertinos, ateistas, &c." Al número 10: "siendo esto verdad, como lo es, preciso es á lo menos fundadamente dudar, si nuestro autor, no impugnador, sino inventor y diseminador de novedades, tenga espíritu de Religion, si sea ó no verdadero y legítimo hijo de nuestra santa madre Iglesia." Al número 48: "tengo mi poco de sospecha, si él admite y dá el pase que se merece á la apostólica tradicion. Lo que él dice á los números 3 y 5, va á significar que la Escritura solo se debe esplicar con la misma Escritura, y no segun la tradicion, que es el sentir de los Luteranos, á quienes sigue nuestro autor en la claridad de las Escrituras, para negar el subsidio de la tradícion." Pero lo que en estos números para en sospechas y dudas fundadas, en los siguientes pasa á una afirmacion absoluta. Número 9. "El nutre un desprecio grande de los

* Licet tamen peccaverit, fidem non negavit, sed credidit.

maestros católicos, él los tiene por ciegos é ignorantes: y así no es maravilla, que con luciferina presuncion en la inteligencia de las Escrituras no haga caso de su dictámen, y anteponga su propio juicio al unánime sentimiento de tantos sábios maestros caminando sobre las huellas execrandas de los Arrios, Nestorios, Eutiques, Dioscoros, y demas hereges y cismáticos. El quebrantando gravísimamente los venerabilísimos decretos de la Iglesía solemnemente publicados en los generales concilios, resucita y renueva un hediondo sistema, mucho tiempo há ya podrido en un sepulcro de reprobaciones y anatemas." Número 22. "Lo que decia Nestorio en sus tiempos, que él solo entendia las Escrituras: que los doctores las ignoraban: y que la Iglesia que los seguia, erraba: esto mismo dice en los nuestros el autor del opúsculo, quien parece que tomó por norma á este heresiarca, adoptando en este particular, y poniendo en práctica sus sentimientos." Número 27: Traidos los errores de los Luteranos acerca de la claridad que atribuyen á las Escrituras, le dice á su amigo, que los carée con lo que dice el autor en su opúsculo: "y á fe mia, si no esclamas diciendo: este autor ó es un puro neto Luterano, ó á lo menos ha copiado, y nos dá á leer las instrucciones que daría un maligno Luterano á un prosélito de su secta." Número 36. Nuestro autor con la suma claridad, que nos predica, de las Escrituras, me parece mui proximo á declararse abiertamente (hasta aora lo ha hecho con rebozo) por la consiguiente doctrina anatematizada de aquellos, de quienes adopta los antecedentes: esto es, de no juzgar necesario, ni reconocer en la Iglesia un juez con autoridad suprema é infalible, que decida y aclare la genuina inteligencia de las Escrituras." Al fin del mismo número. "Lo que me hace compasion es, que el mal que ellos (los Luteranos y sus amigos) padecen es incurable: no hai medicina de razones, ni receta de autoridades que les quite de la cabeza que la Escritura es clara, clarísima: ni que les haga confesar que en muchas cosas es misteriosa, enigmática, y de dificil inteligencia. Por mas que hagas

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(dice á su amigo) no esperes que nuestro autor lo diga jamás: el por qué yo te lo diré :" (oigámos el por qué de las intenciones del autor) trae luego el cuento del niño que no queria decir A, porque su madre no le hiciese decir B, y aplicándolo prosigue así: "esto á punto sucede en nuestro caso ni los Luteranos ni sus amigos pronuncian el A de la oscuridad de las Escrituras, por no verse forzados a pronunciar el B de la necesidad de un juez infalible, que declare el sentido verdadero de las Escrituras, al cual todo Católico baje la cabeza renunciando á su propio juicio." Número 38. Nuestro autor como no es un Gestnero, ni un Micheli para inventar alguna ingeniosa estravagancia, se echó á registrar autores viejos: por su desgracia tropezó en doctrinas de autores condenados: halló el sistema que le hizo gracia, y nos lo presenta como invencion suya y nueva, sin citar los autores de donde lo tomó; ya por no perder el aplauso de ingenioso, ya por no avergonzarse de haber tomado leccion de tan desacreditados maestros." Número 39. "Has visto (amigo) de donde copió nuestro autor, que desde aora llamarémos milenario, su sistema: has visto que es un error heretical condenado por la Iglesia has visto, &c." Número 43. "Nuestro milenario está resuelto á mantener su erróneo sistema: quiere abrirse un camino ancho, como el que conduce al infierno: tres enemigos terribles se le oponen al paso, y todos tres los quiere echar á tierra: el primero, la respetable autoridad de todos los Católicos doctores, que unánimemente lo combaten segundo, el juicio infalible de la Iglesia, que no le dá pasaporte... La solapada guerra que nuestro milenario hace á estos dos poderosos enemigos de su sistema, se ve con demasiada claridad: el 3, &c."

13. Basta que apenas he llegado al principio de la segunda parte de la impugnacion, dejando muchas cosas de la primera, y ya estoi cansado de copiar espresiones y cumplimientos, que serian cumplidísimos hablando con un Lutero, Calvino, ú otro tal personage. Yo quedo aturdido, y no sé que decirme. ¡ Valgame Dios! ¿ Tanto escrúpulo

TOMO III.

Z

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