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de esto es decir que los libros de los intérpretes sòn vasos de ponzoña. Lo mas que se podia decir era, que para el autor eran vasos de tinieblas. Y era mui natural que lo fuesen porque entendiendo él en este punto de un modo las Escrituras, y hallándolas en los intérpretes esplicadas de otro mui diverso, era preciso que cuanto mas clara le pareciese su inteligencia, tanto mas oscura se le hiciese la contraria. Pero estas tinieblas respectivas no son en desdoro, ni arguyen un defecto absoluto de luces en los intérpretes. Ellos en sí serán ilustres y clarísimos, mas no para el autor, que embestido de mayores luces en la misma fuente de la Escritura, no admitía las menos de los intérpretes como la luna no deja de ser clara, porque la tierra embestida del sol no admite, no recibe en el dia las luces de aquel planeta de la noche. Se ve pues de ambos lugares, que la corcordancia no es sino una verdadera discordancia, y que sin recelo la podemos contar despues de la tercera, por la cuarta diferencia de lo que tiene de mas el compendio que la obra.

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25. Veamos si la que se sigue concuerda mejor. Habla V. en su concordancia así: En el mismo número, dice el compendio, que los mas de los sacerdotes de nuestros dias nunca leen las Escrituras." Las palabras formales del compendio son estas: "Ella (la Escritura) es oscura para los que nunca la leen: y estos son los mas de los sacerdotes de nuestros tiempos." En la página citada escribe V. que la obra dice lo mismo. Abro la página, y lo que hallo es esto. Entre los muchos males que presentemente aflijen á la Iglesia, no es el menor el descuido y poca aplicacion del comun de los sacerdotes al estudio de los libros santos: digo estudio sério y reflexivo, no una leccion precipitada y superficial.” Pregunto yo aora ; es lo mismo nunca leer las Escrituras, que no leerlas con estudio sério y reflexivo? Para quien no se paga del sonsonete de escritura, sacerdotes, leccion, es ciertamente grande la diferencia. Lo primero lo dice el compendio, y lo creo falsísimo: porque ¿qué sacerdote hai,

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que á lo menos leyendo su oficio, no lea las Escrituras? La obra dice lo segundo, y lo tengo por muy verdadero: porque realmente son mui pocos los sacerdotes que leyendo la Escritura hagan un estudio sério y reflexivo sobre ella. Para probar esta verdad de hecho, apela el autor á la práctica y esperiencia del tiempo, y le dice á su amigo Cristofilo, como yo á mi amigo D. Toribio: V. que como hombre literato gusta tratar con hombres literatos, dígame: ¿cuantos ha hallado que hagan su principal ocupacion de este divino estudio? Yo me persuado, responderá V., que mui pocos. Y yo, que aunque no literato he gustado de su trato, puedo con verdad asegurar lo mismo. Aora, si nosotros que por nuestra suerte nos hemos criado en un gremio de tantos literatos, hemos hallado tan pocos sériamente aplicados al estudio de las Escrituras ; cuanto menos respectivamente se hallarán en otros gremios, donde no se cultivan tanto las ciencias? Se ve pues en esta concordancia otra nueva discordancia, que contarémos por la quinta diferencia de lo que tiene de mas el compendio que la obra. Si alguno por estas dos concordancias, que son las únicas que yo he cotejado hasta aora, y hemos visto tan poco acordes, quisiera formar juicio de las otras, llevado de la regla que por la muestra se conoce el paño, y la otra la uña descubre al leon: yo que conozco su honradez y buena fe, le diria que se guardase bien de juzgar tan mal: le diria que cansado de un tan prolijo trabajo, á lo último se le fatigó la atencion, y padeció un descuido; que un descuido no hace regla, y que tambien suele dormirse Homero. Dando pues aora por justas y exactas las demas concordancias, ya que ni para probar el primer miembro de nuestro asunto necesitamos mas, solo. nos quedaban que examinar las dos últimas concordancias que V. pone, de la claridad de las Escrituras, y del modo indigno de tratar á los doctores. Pero habiéndome salido esta primera parte mas larga de lo que yo quería, por no dilatarla mas, tratarémos de uno y otro en lugar mas oportuno. Y habiendo ya visto

que es mui diverso el compendio de la obra por lo que tiene de mas, veamos aora que tambien lo es por lo tiene de menos.

que

26. Es esto tan claro, que parece inútil el probarlo. Aun cuando el compendio se empleára todo en decir precisamente lo que trae la obra, diria mui poco en menos de veinte y cuatro hojas que tiene, de lo mucho que trae el autor en mas de quinientas. ¿Cuanto menos dirá divirtiéndose en decir otras cosas, que no ha pensado ni soñado el autor, como acabamos de ver? Ciertamente yo creo que si el autor le pidiera cuenta al compendio de todo lo que dice en la obra, no le podria responder uno por mil. Yo no sé como llamarlo. ¿Un mapa? pero es tan abreviado, que omitiendo señales de ciudades y montes mui principales, no deja conocer el reino ino que describe. ¿Un indice? pero es tan diminuto, que dejando muchos y mui principales capítulos, no se puede hacer juicio de lo que trata la obra. ¿ Una miniatura? pero es tan i reducida, que omitiendo puntos, no se conoce la cara del autor. A lo menos compendio ciertamente no lo es: no porque yo pretenda que un compendio diga todo lo que dice la obra; entónces no sería ya compendio, sino la obra misma; pero si ha de ser compendio, es menester que diga en breve, lo que largamente dice la obra, el método con que lo dice, la manera como lo dice, de suerte que por él se haga un juicio, si no cabal, á lo menos suficiente de lo principal de la obra. Aora, ¿ el compendio de que hablamos hace esto con la obra de nuestro autor? nada menos: si algo dice, es mucho mas lo que omite. El autor en su primera parte, en que allana las dificultades para plantar su sistema, trata los puntos gravísimos del sentido de las Escrituras, de la autoridad de los Padres, esplica el capítulo xx del Apocalipsis, de la inteligencia de un testo del símbolo de S. Atanasio, &c. Y de todo esto que trata la primera parte, qué dice el compendio? Nada. En la segunda parte planta su sistema, y lo prueba con los fenómenos escriturales de la estatua de Nabuco, de

las cuatro bestias de Daniel, de la bestia de dież cuernos de S. Juan, de la muger sentada sobre la bestia, de la muger vestida del sol, de los Judios, de la Iglesia cristiana, de la Babilonia y sus cautivos, de Jerusalén y sus felices habitadores, del tabernáculo de David, del monte de Sion, &c. Y de todo esto, ¿qué dice el compendio? Ni una palabra. En la tercera, que deduce las consecuencias de lo que ha probado, esplica nuevos testos, resuelve varias cuestiones, abre un nuevo camino para la inteligencia de los cantares, nos pone á los ojos los nuevos cielos y nueva tierra, la Jerusalén que baja del cielo, la nueva division que se hará de la tierra santa, la reedificacion del templo, el estado de la tierra despues del juicio universal, &c. Y de todo esto, ¿qué dice el compendio? Nada, ni una palabra. Pero á lo menos ¿ dice algo del orden y método con que trata y divide la obra su autor? tampoco. El autor en el trabajo de su obra hace lo que un labrador en la labor de su campo, que primero dispone la tierra, despues siembra, y últimamente coje los frutos. Así el autor, primero estirpa las dificultades, despues planta su sistema, lo arraiga con buenas pruebas, y últimamente coje el fruto de vistosas consecuencias. ¡Qué diversamente el compendio! Sin allanar estorbos, planta siete proposiciones que prueba á su modo, y saca una conclusion que es toda suya de planta. Mas siquiera se verá en el compendio la manera de decir de la obra? Ni por sombra. Manera, digo, no ya en lo bello del estilo, en lo claro de la espresion, en lo ameno en deleitar; que estos son accidentes que si bien adornan, no forman la sustancia de una obra; sino la solidez en el pensar, la fuerza en el argumentar, la energía en el persuadir. Son muchísimas las razones, gravísimos los argumentos, clarísimas las autoridades, terminantes los testos de que está llena la obra, y no se hace ni lijera mencion en el compendio: de manera que se lisonjearía mucho quien habiendo respondido 6 impugnado al compendio, creyera haber respondido ó impugnado á la obra; y haría lo mismo que quien apenas

comenzado el combate creyese haber vencido y cantase la victoria. Por tanto, ó se mire á lo que dice, ó al órden con que lo dice, ó á la manera como lo dice, tuvo mucha razon el autor de pedir no se hiciese juicio de su obra por un compendio tan falso y defectuoso. Cualquiera que lo pese en las balanzas de la razon, y ponga de una parte la obra, y de la otra el compendio, no podrá menos de confesar que se halla minus habens: y que el compendio es mui diverso de la obra por lo mucho y muchísimo que tiene de menos.

37. Mas á lo menos, ¿ será lo mismo en lo mismo que tiene y conviene con la obra? Veámoslo. Yo no niego, antes sí confieso, que la obra tiene muchas cosas y mui principales del compendio. La introduccion, los puntos, las pruebas se ve claramente que el compendio las ha tomado de la obra, y que casi todas son las mismas. ¿Y por esto serán lo mismo? No por cierto.

Obra es mia, Marcelino,
Esa que leyendo estás ;

Pero no es mia, que es tuya,
Puesto que la lees tan mal*.

Lo mismo podia decir el autor á su compendiador: la obra que compendias es mia; pero desde que la compendias tan mal, comienza á ser tuya: mia es la introduccion; pero desde que la aplicas tan mal, comienza á ser tuya: mios son los puntos; pero desde que los plantas tan mal, comienzan á ser tuyos: mias son las pruebas; pero desde que las propones tan mal, comienzan á ser tuyas: tuya es, y no mia, la vehemencia con que injuriosamente te descargas contra los doctores Católicos: tuya la languidez con que dejas sin fuerza ni nervio á mis razones: tuya la muerta manera de dejar sin alma mis testos, de ponerlos y no esponerlos, de aplicarlos y no esplicarlos. ¿Cuantas veces no se queja V. mismo de esto en su impugnacion?

* Quem recitas meus est, o Marcelline, libellus ;
Sed male cum recitas, incipit esse tuus. - MARCIAL.

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