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se ha prescrito. Tendrán sus razones, dice, mas yo no alcanzo á entender como unos hombres tan doctos y religiosos, &c. No como el compendio que en dos palabras les dice mil desvergüenzas. "Del cual juicio de vivos (dice él): no sé con qué juicio nuestros doctores se han atrevido á borrar de la mente de los Cristianos la noticia é idea." Lejos nuestro autor de usar unas armas tan indignas y agenas de quien tiene de su parte la razon, les argumenta con un argumento que en las escuelas llaman ab absurdo, así: si fuera lícito sacar de su sentido obvio y literal esta palabra vivos del símbolo de nuestra fe, sería un dar ansa para que otros hicieran lo mismo con otros artículos y con solo esto veis aquí á tierra la divina fábrica de la religion. Argumentar de este modo, nadie dirá que es faltar al respeto debido á los doctores; y decirlo sería un tachar á todas las escuelas. Nosotros, por ejemplo, impugnamos la gracia intrinsecè eficaz, diciendo que quita la libertad, se opone á la Escritura y á los padres y no porque así argumentamos somos injuriosos á la escuela tomista. Pues ¿por qué no haciendo otra cosa nuestro autor, se dirá que es injurioso á los doctores?

43. (Part ii, fenom. i, parr. ii.) Dice la obra: "La admiracion que siempre me ha causado esta reparticion, en que veo que todos convienen, a lo menos, cuanto a la sustancia, me ha hecho tambien pensar muchísimas veces cual puede haber sido la verdadera causa que ha obligado á los doctores á unirse en este parecer, no obstante que lo repugna tanto, no solo la Escritura divina, sino tambien la historia, y la esperiencia misma. Os diré amigo simplemente lo que se me ofrece: Tal vez lo tomarás á mal, mas ¿quien podra detener la palabra una vez concebida*? La causa en sustancia, y guardada toda aquella proporcion que se debe guardar en la semejanza, me parece la misma que tuvo Herodes para degollar á los inocentes: quiero decir, el miedo y pavor del reino de Cristo. Este reino, con todas las circunstancias tan claras y tan individuales * Forsitam molestè accipies: sed conceptum sermonem tenere quis potest?

que señala esta profecía, y que se halla en millares de otras, como iremos observando; este reino, digo, no lo pueden sufrir en su sistema; los turba, los asusta, y tal vez los hace entrar en cierta especie de furor, el cual, aunque religioso y santo, no por eso deja de ocasionar la muerte á muchos inocentes: esto es, á tantos lugares de la Escritura, á quienes se quita con tan manifiesta violencia su sentido propio y literal con que solo pueden vivir." Si nuestro autor choca tanto á V. solo porque asemeja á nuestros doctores en la causa que tuvieron de hacer la division que hacen de los cuatro imperios simbolizados en los cuatro metales de la estátua, que fué la misma que tuvo Herodes para degollar á los inocentes: esto es, el temor del reino temporal de Cristo: y esto despues de la protesta que hace, de que su ánimo no es de injuriar á nadie, y de que no quiere salir de los términos de una pura semejanza, ¿cuanto mas le chocaría, si sin tantas protestas ni cumplimientos, los comparára, no á este rei coronado, sino á los mismos verdugos que abofetearon á Cristo? ¡O! Entonces si que tendria V. mucha razon de quejarse de la desvergüenza del autor: y esto aun cuando no lo hiciera contra todo el conjunto de los doctores tan venerable, sino contra cualquier sujeto particular: ya que todos tienen derecho de ser mas o menos respetados segun el diverso grado de cada nno. Mas nuestro autor no llega á tanto. Si compara á los doctores con Herodes, es precísamente en la causa de sus temores. Quítele V. como él quiere, todo lo odioso de la persona, y purificada de este modo la comparacion, sin ser ofensiva, no puede ser mas ajustada.

44. Prosigue V. (part ii, fenom. ii, conclus.) "A todas las reflexiones que acabamos de hacer, principalmente sobre la segunda parte de la profecía, yo no ignoro la única respuesta que se puede dar. Esto es, que aunque todo lo que dice esta profeta, es cierto é indubitable; aunque todo se cree, como que es una escritura canónica, en que no habla el hombre sino Dios; mas eso que nos dice el espíritu de Dios, no debe ni puede entenderse como está escrito, sino en otro sentido diverso, conforme lo entienden

comunmente los doctores. Que es lo mismo que decir en término equivalmente: no puede, ni debe entenderse como lo mandó escribir el espíritu de Dios, sino como le pareció á este ó á aquel hombre particular, á quienes han seguido otros, siguiendo el mismo sistema, como si fuese único y definido por verdadero. ¿Qué hemos de decir á esta respuesta decisiva, sino llorar la cautividad en que nos hallámos, sin sernos lícito dar un paso adelante, aun cuando ya el tiempo, y todas las circunstancias nos convidan á darlo? ¡Que! Hemos de cautivar nuestro entendimiento en obsequio de un sistema conocidamente inacordable con los hechos? ¡Qué! Hemos de ver la verdad casi á dos pasos de nosotros, sin poderla abrazar ni confesar, por la atadura tiránica de respetos puramente humanos? Si es justo delante de Dios, les decía S. Pedro á los príncipes de los sacerdotes, oiros á vosotros antes que á Dios, juzgadlo vosotros*." Diga V. tambien de mí lo que gustare; pero en esto no es otro mi sentimiento que el del autor. Donde la letra de la Escritura es clara, y segun la regla de S. Agustin no hai inconveniente en entenderla literalmente, ¿por qué no podré, ó antes bien, no deberé entender las palabras de Dios, como están escritas, y no segun los diversos sentidos que les quieren dar los hombres? Una carta que yo escribiera á otro, no querria que me la entendiesen sino del modo que la tengo escrita. Esto que yo quiero de mis cartas, veo que todos los hombres lo quieren de sus escritos. ¿Y solo la palabra de Dios ha de ser exepcion de esta regla general, que no se ha de entender como está escrita, sino como quieren otros que se entienda? Para qué escribírnoslas de un modo, si se hubieran de entender de otro? ¿ Le faltaban á la sabiduría infinita de Dios palabras con qué esplicar sus conceptos? Y si hubiera querido ser entendido de otro modo, no se habria esplicado de otro modo? No me vengan pues á decir, donde la palabra de Dios es clara, que no se ha de entender como está escrita, sino como quieren los hombres que se en

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Si justum est in conspectu Dei, vos potiús audire quám Deum, judicate Act. Ap. iv, 19.

tienda; porque á quien me lo digere le repetiré yo con el autor lo de S. Pedro: Juzgad si es mas justo á los ojos de Dios, oiros á vosotros que á Dios mismo*. Y no creeré por esto á cualquiera que se lo diga, faltarle al debido respeto; como no faltó S. Pedro cuando se lo dijo en sus caras á los príncipes de los sacerdotes. Solo á nuestro autor parece, que ni la sombra de S. Pedro le basta para sanarlo de la tacha de injurioso.

"¿Quien, pensára, si

45. (Part. ii, fenom. v, art. i.) no lo viese por sus ojos que estas especies, o estas... no sé como llamarlas, se podian hallar escritas en los interpretes de las santas Escrituras, hombres por tantos titulos, ilustres, estimables, y respetables?... Aora si una profécia tan clara, tan espresiva, tan circunstanciada, se esplica o se elude del modo tan estraño o tan ingenioso que acabamos de ver... qué otra suerte mejor podremos anunciar a las otras profecias?" Verdaderamente que tal vez aun en hombres por otra parte grandes (sin que por esto dejen. de serlo, como un Homéro que no ha dejado de ser el príncipe de los poetas por haber dormitado tal vez) se ven escritas futilidades tales, que casi no halla mejores términos con que calificarlos la modestia mas circunspecta. Léase el lugar citado, y cuando no se le dé al autor toda la razon de lo que dice; á lo menos en su misma razon se le hallará la mayor disculpa á su dicho. 46. (Part. ii, fenom. v, art. iii, parr. 3.) "Tacha (dice V.) á los doctores, porque llaman á los Judios pérfidos. Este es (así el autor) el ordinario título con que los honran : bien que lo hayan aprendido de la santa Iglesia: oremos por los pérfidos Judios †. "La Iglesia, amigo, lo que nos enseña es, que hablando con Dios, le representémos nuestras miserias y las de nuestros prójimos, para que como padre piadoso se compadezca de ellas: pero no nos enseña que cuando nos hablamos mútuamente, nos injuriemos unos á otros. Antes sí quiere con S. Pablo, que nos pre

* Si justum est in conspectu Dei vos potius audire, quam Deum, judicate.

+ Oremus pro perfidis Judæis.

vengámos en demostraciones de honor *.

Tambien nos

enseña á que delante del Señor nos reconozcámos inicuos y reos: por nuestra iniquidad nos reconocemos reos†. Y sería buena, que V. deseando alguna gracia de otro, ó queriéndole convencer sobre algun punto, para captarle la voluntad lo saludase con los títulos que habia aprendido de la Iglesia de inicuo y de reo. Distingamos los tiempos, y concordaremos los derechos. Hai tiempo de hablar con Dios; y entonces segun el derecho que exige de nosotros la religion, humillémonos en su acatamiento, como nos lo enseña la Iglesia: y hai tiempo de hablar con los hombres; y entonces segun el derecho de la fraterna caridad, prevengámonos en honor como nos enseña S. Pablo.

47. (Part. ii, fen. vii, apend.) Trata, dice V., á los doctores de inurbanos. "Lo primero: saludan á los doctores Judios con la salutacion acostumbrada, llamandolos groseros y carnales, pues se han imaginado que las profecías dictadas por el Espíritu Santo se habian de cumplir así como suenan, ó segun su modo grosero de entender (en esto último no dejan de tener razon y gran razon.) ¡O verdaderamente pobres e infelices Judios! Por todas partes os sigue y acompaña el reato de vuestros delitos, y la justa indignacion de vuestro Dios. ¡O sistema no menos funesto y perjudicial para vosotros que el que abrazaron imprudentemente vuestros doctores!" Cierto que la salva de algunos de nuestros doctores yo no la salvo; nunca ha sido buen medio de ganarse el entendimiento, el enajenarse la voluntad: sabemos el ejemplo de un S. Policarpo; pero no sabemos que convirtiese á Marción. celo áspero de un Elías aterraba á los pecadores; pero la dulzura y suavidad de Jesucristo fué la que los ganó, y la que arrebató á todo el mundo para que se fuese tras él: He aqui que todos iban tras de él. Por lo demás, á lo que V. añade de los dos sistemas, no es menester

* Honore invicem prævenientes. - Ad Rom. xii, 10.
+ Ex iniquitate nostra nos reos esse cognoscimus.
Ecce totus mundus post eum abit.

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