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mas que leer la razon que dá luego el autor, para ver que nada avanza que no lo pruebe, y en términos muy hábiles. He aquí como sigue : "Al sistema de vuestros doctores es evidente que les faltó la mitad de las profecías, ó la mitad del Mesias mismo; y á este segundo sistema es no menos evidente que le falta la otra mitad. Una y otra falta ha recaido sobre vosotros, y ha completado vuestra infelicidad. ¡O si fuese posible unir entre si estas dos mitades segun las Escrituras! Con esto solo parece que estaba todo remediado por una y otra parte."

48. (Part. iii, cap. ix, parr. vii.) "De aquí se infiere manifiestamente (y esta es una verdadera apologia de casi todos los doctores Cristianos que han tocado estos puntos, desde el siglo IV hasta el dia de hoi) se infiere, digo, manifiestamente que todos los que espantados del grande y terrible fantasma de los Milenarios, no han recibido otro siglo futuro, otro dia, otro espacio grande de tiempo entre la venida gloriosa del Señor, y el juicio o resurreccion universal; ni tampoco por consiguiente otra nueva tierra y nuevo cielo, &c. han tenido todos suma razon para espantarse tambien, y tirar a huir, o prescindir de todo cuanto leen en los profetas, de Dios, de la Jerusalen futura, de su templo, de sus sacrificios, &c. Mas devanecido este verdadero fantasma ¿qué tenemos ya que temer?" Y bien, ¿qué descomedimiento, qué desvergüenza halla V. en este lugar contra los doctores? Yo lo leo, y vuelvo á leer, y por mas que la busco, no la hallo. ¿Será acaso el decir, que tuvieron miedo del fantasma de los Milenarios? Mas S. Ambrosio, sin faltarles al debido respeto, nos enseña, que tambien tienen miedo los Santos. Un tal temor no degrada, antes ensalza el valor de esos ilustres campeones. ¿Será acaso el decir, que por no caer en las garras de este fantasma, dejando el sentido literal, se acojieron al sentido espiritual y alegórico? Pero esto era una necesidad: ¿qué habian de hacer cuando no habia otro medio ni remedio? O ser netos Milenarios con el sentido literal, ó abandonarlo para no ser Milenarios, acojiéndose al único asilo y refugio que quedaba, del sentido espiritual y alegórico. ¿Cual pues

será la desvergüenza? Es un pecado que yo no lo veo, ó no me hubiese V. podido mandar con la concordancia sus ojos: porque yo con los mios ciertamente no la veo. Sabe V. lo que aora me sucede? se lo confesaré, y es, que no viendo ni hallando en este lugar la menor desvergüenza, me vienen fuertes tentaciones de creer, que así este último lugar, que no dice nada, como el primero, que ya lo habia citado, y lo repite, los trae por pobreza de no hallar otros, y para completar el número de diez, que contrapone á otros tantos que habia puesto el compendio: porque (con tales pensamientos me molesta la sugestion) porque si despues de haber leído y releído la obra, para sacar de ella desvergüenzas tales que puedan equivaler á las del compendio; todo lo que nos trae no significa nada, ó significa mui poco, como lo acabamos de ver, es señal evidente de la inocencia y moderacion de la obra: pues á haber hallado trapos que sacarle, ciertamente no habria dejado tan desnuda y tan pobre su concordancia. Pero pase por mera tentacion y no mas.

49. Demos en buena hora que todos los testimonios que V. trae de la obra no padezcan escepcion. Aora pregunto: ¿el compendio, en cuanto dice, el mucho mal que dice? En mui pocas hojas. ¡Gran mordacidad por cierto, decir tanto mal en tan poco! Y la obra, si algo dice, ¿ en cuanto lo dice? En tres buenos tomos. Aora, decir tan poco en tanto ¿qué mayor prueba de moderacion en el autor? Aun cuando fueran iguales las dos obras, desaparecieran los dichos del autor al cotejo de los del compendio. ¿Qué será cuando es tanta la diferencia entre obra y obra, si obra se puede llamar el compendio? Añada V. á esto una circunstancia digna de notarse en la materia en que estamos, y que basta sola ella para que no sorprendan tanto á V. los dichos del autor: y es la cualidad de su obra, que es de impugnacion coutra una opinion que cuenta siglos de pacífica posesion; á la cual se opone el autor con toda la fuerza que le da la razon. Observe V. que en este género de obras son mui pocos los que se contienen dentro de los recintos que prescribe la moderacion, y que con Santiago podemos llamar, no solo raros, sino perfectos, á los que impug

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nando á otros no se ofenden con las palabras. (Jacob. iii, Dejando en olvido á otros muchos de nuestros tiempos y de los pasados, para no dudar de la verdad de este hecho, basta acordarnos, no digo ya de un Fr. Vicente Baron contra Rainaudo, cuya desenfrenada libertad en injuriar no es tolerable aun en el mayor ardor; sino de un Petavio tan religioso, contra José Escalíjero: de un S. Jerónimo tan santo contra Rufino: y para no hacer mencion de otros, V. mismo meta la mano en su pecho y acuérdese de lo que ha dicho cuando tomó la pluma en la mano para impugnar á nuestro autor; y por lo que le ha pasado, aprenda á compadecerse de otros: Tan cierto es que puesto en el campo y con la espada en la mano, es mui dificil cerrarse en las líneas de la defensiva, sin pasar á ofender y herir al enemigo que tiene delante.

50. Pero ya veo que nada basta á aplacar á V., y que acaba su concordancia con el mismo fuego con que la comenzó, atacando por último al autor con estas palabras: "omito otras muchas cosas de la obra, semejantes á estas, é igualmente denigrativas del os Católicos maestros (si son como las que hemos visto, no serán tan denigrativas), y tan infamantes, que si yo las dijese del autor, él y sus secuaces me llamarian desvengonzado é insolente." Pues qué, mi señor, ¿ tan presto se ha olvidado ya V. de lo que en su impugnacion ha dicho contra el autor? ó si se acuerda, ¿ le parece acaso que las cosas que dice el autor contra los doctores, son tales que no pueden entrar en cuenta con las que V. dice contra él? Si las ha olvidado, yo le haré una breve memoria de ellas; si las tiene presentes, véalas aquí en un cúmulo, para que las pese con las del autor, y me sepa decir cual á cual supera en gravedad.

51. Le sacaré fielmente de su impugnacion algo de lo mucho que dice contra el autor; no todo, que parte dijimos ya, hablando del catolicismo del autor (numero xii) á donde me remito: y parte, la mayor será preciso dejarla, por no bastarme el aliento de acompañar á V. hasta el fin de una tan larga y penosa carrera. En la primera plana

TOMO III.

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entra V. previniendo al amigo á quien escribe: "que no se maraville si usa poco respeto contra este pobre autor." (Pero usa V. tan poco, que no le bastará toda su prevencion para que no deje de maravillarse, y mucho) (numero 9) Le dice V. al autor: que tiene una luciferina presuncion, y que se representa como un sucio escarabajo, que no haciendo caso de las bellas balsámicas flores, recoje estiercol, y se deleita en formar de él inmundas pelotillas. (¡ Vale la comparacion un Perú !) (Al numero 11.) Que su modo de hablar es de una insolente soberbia, descaro y atrevimiento: Que es de la raza de aquel Fariséo que decia: No soi como los demas hombres*, y de aquellos que: Creen que son algo, y son nada†. Que no es tantus, sino tantillus (¡ Brabo! ¡ brabísimo!) (Numero 12.) Que escede á los herejes antiguos y modernos en su total descomedimiento: Que es de una presuncion, que cree ver mas que todos los maestros juntos pasados y presentes del Cristianismo: dije mal presuncion; debia haber dicho locura, insensatez: pues todo esto es, y mucho mas. Es tan pagado de su ingenio, que no bastándole el no apreciar los doctores de nuestra Religion, positivamente los desprecia y procura hacerlos ridículos. Insolencia tal, solo podia venir de un autor tan atrevido y pagado de su saber y talento, como el nuestro. (Ya escampa y llovian piedras.) (Numero 13.) Lo que él dice horroriza, y no puedo dejar de tenerle una suma ojeriza, despedirle una maldicion, un entredicho, un anatema. Sedicente Católico que infama y denigra á todos los maestros y doctores del Cristianismo, que los representa falsarios y engañadores á bella posta, como otros tantos ministros de los ídolos. Quién es este monstruo ? ¿este alicruje? Es el desgraciado autor, el denigrador, el infamador de los Católicos doctores. ¡ Rara alimaña, digna de llevarse enjaulada por las plazas, y pedir dinero por verla! (Pagarian mas por oirlo á V.) (Numero 14.) ; Dime si no es un Cretense, una mala bestia con la cual se debe * Non sum sicut cæteri homines.

↑ Putant se aliquid esse cum nihil sint.

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usar rigor, fuerza, y mucha acrimonia? No veis que en sus espresiones está solapado mucho veneno? (Y en las de V. mucha miel y dulzura.)" En el sermon que V. hace al autor, verdaderamente famoso, acomodándose al uso de Italia donde lo predica, al fin del primer punto quiere escupir, y buscando lugar para hacerlo, dice: "yo miro por todos los rincones de mi cámara, y aun debajo de mi cama; y no hallo cosa tan á propósito para escupir, como el opúsculo de nuestro autor: escupámos pues aquí. Amigo, te encargo mucho la limosna. Tenemos delante un pobre opúsculo que mueve á compasion. Hai una limosna espiritual, que es enseñar al que no sabe; y otra corporal, que es dar de comer al hambriento. Dividámos entre los dos estas dos obras de misericordia. Yo tomo á mi cuenta la primera, de que tiene una estrema necesidad: examina tú si necesita de la segunda, y á tu cargo queda el proveerlo. Mas al darle el pan, haz lo que te aconseja Menandro á saber: una puñada al mismo tiempo para que en adelante no hable tan escandalosamente. Despues de la prédica, dí tres veces por mi intencion para que los enemigos de su Iglesia, &c." Para que vea V. que ha sacado fruto de la prédica, y que no son inútiles sus fatigas, sepa que luego que se la he oido, le he pedido á Dios, aunque malo, con David, que ponga freno á mi boca, para que no hable tan desenfrenadamente: Pon, Señor, guarda á mi boca*. (Numero 22.) " Cotorra que no sabe lo que se dice. Temerario que con darse un aire magistral, quiere ser creido un Salomón. (Numero 36.) Audaz que nos dice locas estravagancias, y quiere que creamos sus sueños, sin mas razon, que porque él lo dice. (Numero 38.) Plagiario, corneja que se adorna de ajenas plumas. Tienda de regatero donde se venden trapos viejos. (Numero 39.) Si en un breve apunte dice cosas tan endiabladas, ¿cuanto peores las dirá en su obra grande?"

52. Hemos llegado al numero 39. Los de su brava im

* Pone, Domine, custodiam ori meo.

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