que se trata pertenezca al dogma de la fe, ó á la moral de las costumbres, como lo enseña el Tridentino (ses. 4) en la sesion cuarta, en que declara cuan respetable es en estos dos puntos la decision de la Iglesia, a quien toca juzgar el verdadero sentido de la Escritura, y el unánime consentimiento de los padres." 2. "Que la inteligencia que dan los padres al lugar de la Escritura, no sea conjetural ú opinativa; sino asertiva y como verdad de fe." 3. "Que cuando los padres dicen que es de fe, y lo contrario error, lo digan, no de paso, ó en una homilia y concionatoriamente, sino tratando ex proffeso el punto, y despues de un maduro exámen." No se grave V. de oír la aplicacion que hace el autor, diciendo á su amigo que estaba en los mismos temores que V. "No temais que yo falte á la veneracion que debo á los padres: pues lo que vamos á tratar, lo 1, no mira inmediatamente al dogma, ni á las costumbres: lo 2, de los antiguos padres, no todos, sino mui pocos lo trataron; y estos no de propósito, sino mui de paso: lo 3, estos pocos no convienen entre sí, sino que unos lo afirman, otros lo niegan: lo 4, ni los que lo afirman, ni los que lo niegan, dicen que es de fe la suya, y errónea la contraria, &c." Despues de estas exepciones, y de la aplicacion que de ellas hace el autor á su caso, me persuado que ni al amigo del autor, ni al mio D. Toribio, les quedará el menor motivo de temer que falte el autor en su obra al debido respeto á los padres y doctores Católicos. 57. Creyendo V. que el autor no se acomoda á la regla ya establecida, comienza desde el número nueve una descarga cerrada contra él, que no acaba hasta el número catorce le dice, que con una insolencia inaudita trata á todos los Católicos maestros y doctores, de ciegos é ignorantes: que á la ignorancia les añade una malicia refinada, haciéndolos otros tantos falsarios y engañadores, como si fueran ministros de los ídolos: que con una presuncion luciferina, él solo cree ver mas que juntos todos los maestros presentes y pasados del Cristianismo: que... V. sabrá si lo que dice lo afirma el compendio; pero lo que le puedo asegurar, es que la obra no dice, ni ha soñado decir semejantes despropósitos: ; ni como decirlos, cuando dice todo lo contrario? En lugar de decir que fueron ciegos é ignorantes nuestros doctores, dice en su introduccion "que fueron hombres grandes verdaderamente, por su piedad, por su ingenio, por su sabiduría." En lugar de llamarlos falsarios y engañadores, dice (fenóm. vi, parr. ix), “que presumír un fin menos recto en unos hombres tan santos, sería una temeridad el solo pensarlo." Item (fenóm. v, art. iv, parr. i). "No es mi intencion defraudar nada del buen nombre de estos grandes hombres, ni negarles la buena fe de que son mui acreedores. Son cosas mui diversas la mala fe, y la mala causa. Lo primero arguye malicia: lo segundo prueba la humana flaqueza." ¿Y qué dirémos de la decantada soberbia y presuncion del autor? Yo que en todo no le respondo á V. sino con el autor, tambien en esto no le responderé sino con el mismo. Oiga V. como se esplica en su introduccion este orgulloso y soberbio: "Estoi mui lejos (dice) de reputarme algo en comparacion de hombres tan grandes. Ellos se pierden de vista por lo remontado de sus vuelos: y yo no me dejo ver, confundido con el polvo de la tierra. Los venero á todos con el mas profundo respeto, y no me contemplo digno de estar á sus pies." 58. Pero V. me replica, que no cree á las palabras, sino á los hechos que la voz es de Jacob, pero las manos de Esaú que esto es un ponérseles á sus pies, para montárseles sobre la cabeza que en suma es ímitar á los Judios, que se arrodillaban del Salvador para saludarlo como rei; Salve, rei de los Judios, y despues le daban de bofetadas como al hombre mas vil, y le daban bofetadas; que esto mismo hace el autor con los doctores, alabándolos primero, y despues maltratándolos con modos indignos. Pues ya que V. no cree á las palabras, vengámos á los hechos. No me negará V. que el autor cumple en su obra lo que promete, de no tocar en nada y respetar las personas venerables de los doctores: que no habla de su piedad, de su ingenio, de su sabiduría, de sus apostólicas "Pero este fatigas, síno para encomiarlas y ensalzarlas. respeto (dice el autor en su introduccion) no degenera en Los vileza y aunque tan profundo, tiene sus límites. mismos doctores no exijen, ni pueden exijir de mí que yo los siga, abandonando la verdad: antes bien, con sus palabras y con sus hechos me enseñan lo contrario, apartándose unos de otros, siempre que la razon lo pide, sin que por esto se falten al mútuo honor que se deben. ¿Y seré yo un temerario solo porque imito su ejemplo? En el punto particular que yo trato de la segunda venida del Señor, sus ideas me parecen menos conformes á los libros santos. Y cuando así lo juzgo, será en mí delito no seguirlos? ¿ ¿Será presuncion? ¿Será soberbia esponer mis pensamientos y declarar mis razones, sujetándolas al juicio de los sábios? En qué los ofendo si digo, que distraidos en otras ¿ gravísimas ocupaciones, atendieron menos á este punto: y que habiendo abrazado su sistema, conformaron á él sus esposiciones? Esto hago, esto digo, y nada mas." Y porque respetando en todo á los doctores, se aparta, obligado de la razon, en este particular de su doctrina: ¿ merecerá que V. lo compare á los sayones que adoraban á Cristo, y lo abofeteaban? El no seguirlos en este punto, alabándolos en tantos otros, lo hará digno de una comparacion tan ofensiva y humillante? No lo creía así S. Jerónimo, quien sin incurrir en vicio alguno decía, que en unos mismos hombres alababa lo loable, y censuraba lo reprensible *. El mismo S. Pablo lo hacía con los Corintios, alabandolos en una cosa, y no en otra: os alabo, pero no en esto†. Y si alguno en esto los comparára con los verdugos del Señor, sería un temerario, un sacrilego. Y será lícito hacerlo con nuestro autor, porque alabando en general á los doctores, en este particular no los alaba? ¿Con qué razon? ¿Con qué justicia? 59. Pero lo que no puede V. llevar en paciencia ni sufrir en el autor, es aquella su presuncion sin igual, con que él * Non esse in vitio, si in eisdem hominibus, et laudanda prædicem, et vituperanda reprehendam. — Lib. iii, ad Ruf. + Laudo vos in hoc non laudo. — 1 ad. Cor. xi, 22. solo presume ver lo que tantos hombres de vista tan lince por tantos siglos no han visto. Ya le he dicho á V. que para responderle á lo que opone contra el autor, no tengo que salir del mismo autor: y por esto me ha hecho tanta fuerza que habiéndolo V. leído y releído, se mantenga todavia en lo que tan ácremente ha dicho contra él. En su proemio apolojético dice: "que todos los intérpretes antiguos y modernos, concordemente confiesan que en las Escrituras, y mayormente en los profetas, se hallan muchas cosas oscuras y dificiles, que hasta aora no se han podido entender. Dice ser cierto que alguna vez se entenderán: pues Dios no las ha revelado, ni los profetas las han escrito para que estén siempre ocultas: siendo verdad, que todo lo que escribieron está escrito para nuestra enseñanza y provecho*. Aora: á cualquieraque primero entienda alguna de estas cosas, hasta aora no entendidas, se le podrá hacer la misma acusacion que hace V. contra el autor, de que es una presuncion sin igual pensar que él solo vea lo que tantos otros por tantos siglos no vieron. Y así será preciso, ó que nos quedémos en una eterna ignorancia, 6 que el primero que vea lo que otros no vieron, sea un presuntuoso incomparable, y un soberbio luciferino. Lo que decimos de este hombre feliz que primero entienda alguna cosa de la Escritura, se puede decir de tantos otros inventores, que han ido de siglo en siglo, con tanto beneficio de la humanidad, descubriendo varios secretos de la naturaleza. Todas las invenciones que hasta aora se han hecho, y en adelante se harán, han sido desconocidas á los siglos antecedentes; que de otro modo no serian invenciones. Aora: si á los inventores, en lugar de la eterna memoria de que se hacen dignos, se les diera el bello título de presuntuosos y soberbios, no hai duda que sería este un favor y regalo de nueva invencion. Tales inventos, sean los que fueren, suelen hacerse, ó por una feliz combinacion, ó por un continuo estudio, ó por una luz particular \ * Quæcumque scripta sunt, ad nostran doctrinam scripta sunt. del cielo. Pero para que la invencion de nuestro autor, en la inteligencia sobre este punto de las Escrituras, cuando quiera V. honrarla con este nombre, no la atribuya á presuncion sin igual, oiga qué ajenos de esto están sus senti- " mientos. "¿De qué hai que admirarse (dice en su introduccion), si una pequeña hormiga que se arrastra por la tierra, descubre un grano que se escapó á los ojos linces de una remontada águila que se eleva al cielo? ¿Si un hombre vulgar de ninguna ciencia observa en la fábrica de un primoroso palacio, una falta de fundamento que se escapó á los ojos del sábio arquitecto?" (¿El ver este grano, el descubrir esta falta de fundamento sería una presuncion sin igual en esa hormiga, en ese hombre?) "Yo soi aquella abatida hormiga que descubrí por suerte un granito que no descubrieron otros, sin que por eso presuma de mejor vista, que las águilas generosas que miran sin palpitar de hito en hito el sol. Yo soi aquel hombrecillo de la ínfima plebe entre los sábios, que noté una falta de fundamento en el grandioso sistema de los doctores; sin que por esto se me haya jamas pasado por la mente la locura de reputarme mas sábio, que aquellos grandes hombres que tan noblemente lo formaron." Halla V. en todo esto nada que lo ofenda, ni que pueda oler á presuncion y soberbia ? 1 60. Pero acabémos ya este largo punto con lo que V. acaba en su impugnacion. Desde el núm. 15 comienza su invectiva en tono de sermon, que la lleva hasta ta el 25: y tan larga que nada le faltaría para hacer un buen sermon de cuaresma. Tomando por asunto el no perdonar al autor, lo divide en dos puntos. 1. Que sus doctrinas son eficacísimo medio para echar á tierra la fe del Cristianismo. 2. Que de ellas se deduce que no estamos en la verdadera Iglesia de Jesucristo. Las pruebas todas las saca de lo que, segun V., dice el compendio: es á saber, que los pastores, maestros, y doctores de la Iglesia son ignorantes solemnísimos que no saben lo que se dicen: que juntan á su gran ignorancia una malísima fe y refinada malicia, engañando de propósito y á sabiendas al pueblo, |