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ser la causa de que nosotros los Cristianos en la segunda venida del Señor caminémos al mismo precipicio."¿Pero á cual? ¿ Al de no conocer al Señor en su segunda venida, como no lo conocieron los Judios en la primera? Si así lo ha juzgado, este es un precipicio que V. se ha abierto, y en que nunca ha pensado el autor. Ni como pensarlo, cuando á letras cubitales escribe: " que vendrá desplegado el estandarte de su cruz en toda la grandeza de su gloria y magestad, llorando todas las tribus, y viéndolo todo el mundo?"; Puede ser visto de este modo, y no conocido? Por mal que piense V. del autor, no lo haga tan ciego que caiga en una tan manifiesta contradiccion. Todos saben que una paridad no arguye igualdad en todo, sino una semejanza de una cosa á otra.

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79. Pues si no es este, me pregunta V., ¿cual otro es el precipicio á que caminamos los Cristianos sin pensarlo, por las interpretaciones de nuestros doctores? El precipicio á que caminamos, mi señor, no es al de no conocer al Señor en su segunda venida, sino al de no conocer las señales de su segunda venida; y no conociéndolas no estar preparados y prevenidos á recibirlo, como no lo estuvieron los Judios en la primera. Esta, y no otra es toda la fuerza de la paridad. Una de las señales mas principales, dejando otras, que precederán la segunda venida del Señor, será la persecucion terrible del Anticristo; y podrá suceder que la estémos padeciendo en su mayor furor; mas porque no vemos este hombre singular de raza Judio, y monarca universal de todo el mundo, cual nos lo tienen descrito nuestros doctores, no conozcámos ni al perseguidor, ni la persecucion; y no conociéndola no nos guardémos de sus engaños y violencias; y no guardándonos, y no previniéndonos en toda virtud y santidad, suceda por nuestra culpa, lo que ciertamente sucederá como está profetizado, que nos coja el dia del Señor, como cojió á los hombres el diluvio universal: Como en los dias de Noe, asi será la venida del Senor *. ¿Y *Sicut autem in diebus Noe sic erit adventus Domini. - Mat. xxiv, 37.

como cojió á los hombres el diluvio? Noé, alternando el ministerio de la predicacion con la fábrica del arca, les avisaba el castigo inminente sobre sus cabezas; pero los hombres sin hacer caso de lo que veían, ni temer de lo que oían, proseguian pasándolo alegremente, comiendo, bebiendo, banqueteando, y celebrando bodas hasta el dia mismo en que entró Noé en el arca: y así sin que lo conociesen despues de tantos avisos, les vino encima el diluvio, y los anegó á todos. Pues sabed, nos dice S. Mateo, que de este modo será la segunda venida del Hijo del Hombre: como habia antes del diluvio hombres que comian y bebian, y celebraban bodas, hasta el dia en que Noe entró en el arca, y no tubieron noticia del diluvio, hasta que sobrevino, y los cogio á todos, asi será la venida del Hijo del Hombre. Saben de fé los Cristianos, que vendrá ciertamente aquel dia grande del Señor; pero prevenidos de otras ideas, juzgándolo todavia muy lejos, cuando estará ya á la puerta, los sobrecojerá repentinamente como si no lo supieran, y quedarán cojidos en él como en un lazo oculto y no previsto. Así nos lo asegura S. Lucas. Repentino será aquel dia, y cogerá como un lazo á todos los que se sientan en la faz de la tierra. No, que cuando llegue aquel dia no hayan de ver y conocer todos el sol de justicia que los ilustrará con todas las luces de su gloria y magestad; sino que no advirtiendo en las señales de su venida, será para ellos un dia repentino: Repentina dies illa: un dia pintado de los Evangelistas como un cuadro á claro oscuro : claro en el mismo dia que nos dará con todo el sol á los ojos; pero oscuro, por nuestras preocupaciones, como la noche, en las señales que lo precederán. Visto ya el como de la venida del Señor, véamos aora el cuando vendrá.

* Sicut enim erant in diebus ante diluvium comedentes et bibentes, et nuptui tradentes, usque ad eum diem quo intravit Noe in arcam, et non cognoverunt donec venit diluvium, et tulit omues, ita erit adventus Filii Hominis.

+ Repentina dies illa: tanquam laqueus enim superveniet in omnes qui sedent super faciem terræ.

¿Cuando vendrá el Señor, si solo al fin del mundo, ó tiempo antes?

sabiduría.

80. Todos sabemos, que nadie sabe la hora ni el dia ni los ángeles del cielo, sino solo el Padre *. No habiendo el Señor revelado ni á los ángeles del cielo el dia y hora de su venida, sería una temeridad de los hombres de la tierra querer penetrar los secretos reservados á sola su No es pues nuestro intento averiguar este dia y hora particular, sino solo el tiempo en general, de la venida del Señor. Si no se ha dignado por sus altísimos juicios revelarnos lo primero; por lo que nos ha dejado escrito en sus Escrituras podemos barruntar lo segundo. Hablando pues del tiempo en general, preguntámos: ¿cuando volverá el Señor del cielo á la tierra? Nuestro autor por lo que ve en las Escrituras, cree, que volverá, no al fin del mundo, sino mucho antes. A esta respuesta con donaire gracioso le dice V. (número 50, impug.) Soñaba el ciego que veía, y soñaba lo que quería. Y lo que halla V. de mas raro es, el sitio donde lo ve, que es en los testos que cita: una de S. Pablo, que hablando del Anticristo, dice: áquien el Señor Jesus matará con el aliento de su boca +; otro de Isaías (cap. xi,) que repite lo mismo y otro del Apocalipsis (cap. xix), donde S. Juan comienza diciendo: Y vio á la bestia &c. “En estas palabras ve nuestro Milenario, que cuando venga Cristo matará al Anticristo." Pregunto yo: ¿V. no lo ve? A mí me parecen las palabras tan claras, que basta tener ojos y saber leer para verlo. Isaías en el lugar citado dice: que cuando el Señor venga herira la tierra con la vara de su boca, y el aliento de sus labios matará al impio. Este impío

* De die illa, et hora, nemo scit, neque angeli cœlorum, nisi solus Pater. Mat. xxiv, 36.

↑ Quem Dominus Jesus interficiet spiritus oris sui.—2, ad Thes. ii.

Percutiet terram virga oris sui, et spiritu labiorum suorum interficiet impium. — Isai. xi.

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no es otro que el Anticristo. S. Pablo hablando del mismo impío ú hombre de pecado, repite: A quien el Señor Jesus matará con el aliento de su boca, y destruira con la claridad de su venida *. S. Juan en acto de una batalla campal, nos pone por una parte al Verbo de Dios, al Rey de reyes, y Señor de señores, que no puede ser otro que Cristo, sentado sobre un blanco bruto, coronada de muchas diademas su cabeza, con un vestido bordado de la púrpura de su sangre, centellando llamas de indignacion por sus ojos, armado de una espada de dos filos en su boca, y seguido de todos los ejércitos celestiales, vestidos de blanco lino, que apostaba candores con los caballos que montaban. Por otra parte, para hacer frente al Rey del cielo, pone á la bestia de siete cabezas, en la cual está simbolizado el Anticristo con los reyes de la tierra y sus ejércitos. El exito de la gran batalla nos lo describe el Evangelista, como testigo de vista, que lo vió en estos términos: Y fue tomada la bestia, y con ella el falso profeta ... y los dos fueron puestos en un estanque de fuego que ardia con azufre; y los otros murieron á los filos de la espada que salia de la boca del que estaba sobre el caballo †. Como no era ciego el autor, no pudo menos que ver en el sitio que vió, esto es, en los tres testos referidos, lo que claramente dicen, es á saber: que cuando Cristo venga, dará muerte al Anticristo. Aora, supuesta esta verdad, contestada con el testimonio de tres testigos dignos de toda fe, verá mui poco quien no ve, que habiendo de dar Cristo muerte al Anticristo al tiempo de su venida, Cristo no vendrá al fin del mundo, sino mucho antes. La razon es clara: porque despues de la muerte del Anticristo, y antes del fin del mundo, apenas se hallará intérprete (si se halla alguno) que

• Quem Dominus Jesus interficiet spiritu oris sui, et destruet illustratione adventus sui.

† Et apprehensa est bestia, et cum ea Pseudopropheta: vivi missi sunt hi duo in stagnum ignis ardentis sulphure. Et cæteri occisi sunt in gladio sedentis super equum, qui procedit de ore ipsius.

no admita como cierto un espacio de tiempo intermedio, mayor 6 menor, determinado ó indeterminado (cuanto haya de ser, lo examinarémos luego); y por lo mucho que para entonces está profetizado, verémos que no puede ser corto. Luego este mismo tiempo es necesario que lo admitan antes del fin del mundo, y despues de la venida de Cristo, quien, como hemos visto, dará muerte al Anticristo.

81. Este argumento, que a mí me parece de la mayor eficacia, cree V. responderlo con las preguntitas que hace en el citado número de su impugnacion." Bien! (dice V. en la primera) y aunque venga Cristo al fin del mundo, ¿no podrá del mismo modo quitar del medio al Anticristo? 2. ¡Y no lo puede hacer del mismo modo antes que parta del cielo y se ponga en viaje para la tierra? ¡Ah! que el álito de Jesus, como las manos de los reyes, se estiende mui lejos. Aun cuando el álito se entienda literalmente, puede con él desde la diestra del Padre, sin moverse, herir mortalmente al Anticristo." Comencemos por esta segunda. Aquí no tratamos de lo que Dios puede hacer nadie ignora que su poder es infinito, y que puede hacer todo lo que quiere*. Se trata de lo que hará, porque así lo ha querido. Y cuando ha querido hacerlo mas bien de un modo que de otro, ¿ toca al hombre miserable prescribir leyes á la voluntad de Dios? "Pudo el Hijo de Dios (dice mui bien nuestro autor, part. ii, fenom. iv, parr. iv), sin hacerse hombre, y hecho hombre sin morir en una cruz, redimir al hombre del pecado; no siendo necesaria una satisfaccion tan copiosa. Pudo Cristo con una sola palabra, con un acto solo de su voluntad resucitar á Lázaro. ¿Qué necesidad habia que hallándose distante, mas allá del Jordan, donde Juan estaba bautizando, se moviese y caminase á Betánia? Haya, ó no haya necesidad, no es del hombre ciego y limitado dar á Dios reglas para enseñarle lo que debe hacer." Si el Hombre Dios ha querido por los fines que él sabe, y sin consultarnos á nosotros,

* Omnia quæcumque voluit, fecit.

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