parte de Capitan; porque en la Insula que os doy, tanto son menester las armas como las letras, y las letras como las armas. Letras, respondió Sancho, pocas tengo, porque aun no sé el A. B. C.; pero bástame tener el Christus en la memoria para ser buen Gobernador. De las armas manejaré las que me dieren hasta caer, y Dios adelante. Con tan buena memoria, dixo el Duque, no podrá Sancho errar en nada. En esto llegó D. Quixote, y sabiendo lo que pasaba, y la celeridad con que Sancho se habia de partir á su Gobierno, con licencia del Duque le tomó por la mano, y se fue con él á su estancia; con intencion de aconsejarle cómo se habia de haber en su oficio. Entrados pues en su aposento, cerró tras sí la puerta, y hizo casi por fuerza que Sancho se sentase junto á él, y con reposada voz le dixo : Infinitas gracias doy al Cielo, Sancho amigo, de que antes y primero que yo haya encontrado con alguna buena dicha, te haya salicio á ti á recibir y á encontrar la buena ventura: yo que en mi buena suerte te tenia librada la paga de tus servicios, me veo en los principios de aventajarme, y tú antes de tiempo, contra la ley del razonable discurso, te ves premiado de tus deseos. Otros cohechan, importunan, solicitan, madrugan, ruegan, porfian y no alcanzan lo que pretenden; y llega otro, y sin saber cómo ni cómo no, se halla con el cargo y oficio que otros muchos pretendieron: y aqui entra y encaxa bien el decir que hay buena y mala fortuna en las pretensiones. Tú, que para mí sin duda alguna eres un porro, sin madrugar ni trasnochar, y sin hacer diligencia alguna con solo el aliento que te ha tocado de la Andante Caballeria, sin mas ni mas te ves Gobernador de una Insula, como quien no dice nada. Todo esto digo, ó Sancho, para que no atribuyas å tus merecimientos la merced recibida, sino que dés gracias al Cielo que dis. pone suavemente las cosas, y despues las darás a la grandeza que en sí encierra la profesion de la Caballeria An dante. Dispuesto pues el corazon á creer lo que te he dicho, está, ò hijo, atento á este tu Caton que quiere aconsejarte, y ser norte y guia que te encamine y saque á seguro puerto de este mar proceloso donde vas á engolfarte, que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones. Primeramente, ó hijo, has de temer, á Dios, porque en el temerle está la sabiduria, y siendo sabio, no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte á tí mismo, que es el mas dificil conocimiento que puede imaginarse: del conocerte saldrá el no hincharte como la rana, que quiso igualarse con el buey; que si esto haces, vendrá á ser feos pies de la rueda de tu locura la consideracion de haber guardado puercos en tu tierra. Asi es la verdad, respondió Sancho, pero fue quando muchacho; pero despues algo hombrecillo, gansos fueron los que guardé, que no puercos; pero esto pareceme á mí que no hace al caso, que no todos los que gobiernan vienen de casta de Reyes. Asi es verdad, replicó D. Quixote, por lo qual los no de principios nobles deben acompañar la gravedad del cargo que exercitan con una blanda suavidad, que guiada por la prudencia, los libre de la murmuracion maliciosa de quien no hay estado que se escape. Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linage, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá á correrte: y preciate mas de ser humilde virtuoso, que pecador soberbio. Innumerables son aquellos que de baxa estirpe nacidos, han subido á la suma Dignidad Pontificia é Imperatoria; y de esta verdad te pudiera traer tantos exemplos, que te cansáran. Mira, Sancho, si tomas por medio á la virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para que tener envidia á los que los tienen Principes y Señores, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola, lo que la sangre no vale. Siendo esto asi, como lo es, si acaso viniere á verte quando estés en tu Insula alguno de tus parientes, no le deseches ni le afrentes, antes le has de acoger, agasajar y regalar, que con esto satisfarás al cielo, que gusta que nadie se desprecie de lo que él hizo, y corresponderás á lo que debes á la naturaleza bien concertada. Si truxeres á tu muger contigo (porque no es bien que los que asisten á Gobiernos de mucho tiempo estén sin las propias) enséñala, doctrinala y debástala de su natural rudeza; porque todo lo que suele adquirir un Gobernador discreto, suele perder y derramar una muger rústica y tonta. Si acaso enviudares, (cosa que puede suceder) y con el cargo mejorares de consorte, no la tomes tal que te sirva de anzuelo y de caña de pescar, y del no quiero de tu capilla; porque en verdad te digo, que de todo aquello que la muger del Juez recibiere ha de dar cuenta el marido en la residencia universal, donde pagará con el quatro tanto en la muerte las partidas de que no se hubiere hecho cargo en la vida. Nunca te guies por la ley del encaxe, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos. Hallen en tí mas compasion las lágrimas del pobre, pero no mas justicia que las informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos é importunidades del pobre. Quando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delinqüente, que no es mejor la fama del Juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dadiva, sino con el de lá misericordia. Quando te sucediere juzgar algun pleyto de algun tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria, y pónlas en la verdad del caso. No te ciegue la pasion propia en la causa agena, que los yerros que en ella hicieres, las mas veces serán sin remedio; y si le tuvieren, será acosta de tu credito y aun de tu hacienda. Si alguna muger hermosa viniere á pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas, y tus oidos de sus gemidos, y considera despacio la substancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu corazon en su llanto, y tu bondad en sus suspiros. Al que has de castigar con obras, no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio sin la añadidura de las malas razones. Al culpado que cayere debaxo de tu jurisdiccion, considerale hombre miserable, sujeto á las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo quanto fuere de tu parte, sin hacer agravio á la contraria, muestratele piadoso y clemente; porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, mas resplandece y campea á nuestro ver el de la misericordia, que el de la justicia. Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus dias, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte en vejéz suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos. Esto que hasta aqui te he dicho son documentos que han de adornar tu alma; escucha ahora los que han de servir para adorno del cuerpo. Carta del Padre Isla á su Hermana. HIJA, hermana, y señora mia: Acabo de recibir tu carta de 20 del pasado: Dios sabe quanto me consoló, y EXTRACTS. el alivio que experimento en todos mis molestos, y habituales trabajos, siempre que la Providencia del Señor, y tu fraternal amor me proporcionan este indecible consuelo. Si tal vez me he quejado con alguna amargura de que me le hagas desear tanto, no es cierto porque dude de tu fineza, sino porque un amor vehemente es poco sufrido; sus quejas, quanto mas injustas, son mas estimables, no por lo que suenan, sino por lo que significan. Perdóname y ámame, bien persuadida á que, no pocas veces las que parecen ofensas del oido, son lisonjas del corazon. Las personas que aquí me tratan con alguna confianza saben, como ya te lo dí á entender, que mis incomodidades se aumentan, ó se disminuyen, segun la mayor ó menor freqüencia de tus cartas, tanto que me tienen prevenido las avise prontamente, siempre que las recibo. Basta esto para que infieras quanto las deseo, quanto las aprecio y el mucho bien que me hacen. Por fin no puedo ménos de decirte, que estoy muy poco agradecido á los que me acortan mi conversacion, quando yo no les estorbo las suyas; y si en las antesalas de España se estiláran suizes con sable en mano, como en las de Francia, los dias de correo pondria yo un par de ellos en la tuya, para que á nadie diésen entrada, hasta que hubieras repartido mi racion. Como quiera pues, siempre que me escribas poco, por divertirte mucho, lo llevaré con resignacion, porque eso de llevarlo con alegria, seria demasiada perfeccion para quien tanto te quiere. Adios hija mia; dí en casa lo que quisieres, manda lo que gustares, y vive tanto, como lo desea-Tu hermano. Carta del mismo á un Amigo suyo. : QUERIDO amigo: Que sobre-humana fuerza es esta! Que alma ha jamas sido capaz de tan heroycas acciones! Temes, te persuades que estoy necesitado y |