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Demas de estos ejercicios y disciplinas, fué muy versado en los derechos civil y canónico, matemática, astronomía, medicina y filosofia natural, aventajándose sobre todo en la moral y en la política, ciencias que mejoran al hombre y le adiestran en el arte de dirigir á los demás. Debia quien era tan docto en letras humanas aspirar á serlo tambien en las divinas, fuente inagotable de las vifas aguas de la sabiduría y de la verdad; y en efecto, al profundo conocimiento de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres consagró QUEVEDO mayor atencion á medida que los sinsabores é infortunios de su azarosa vida iban reclamando este eficacísimo consuelo (1). Arrebatóle el cultivo ameno de la poesía las más lozanas horas de su niñez y juventud, y por él comenzó á introducirse en la estimacion general; hasta el extremo de que al formar Pedro de Espinosa las Flores de poetas ilustres dedicadas á don Alonso Lopez de Zúñiga y Sotomayor, sétimo duque de Béjar, en 20 de setiembre de 1603, le incluyó en aquella coleccion preciosa como uno de los vates más célebres y fecundos de su tiempo. El colector advirtió haber escogido de un libro manuscrito de poesías de don FRANCISCO, las diez y siete que publicaba (2), con las cuales, particularmente con las letrillas, el novel ingenio le iba á los alcances al gran don Luis de Góngora en el donaire, desenfado mordicante y riqueza de los chistes picarescos. En todos estos rasgos aparece formado ya el gusto y el estilo, valiendo á su autor el renombre de poeta satirico y epigramático; pero ni remotamente el de apasionado y amoroso, que es el a-be-ce de cuantos cultivan las musas.

Cursando niño QUEVEDO las escuelas, haciendo camarada con estudiantes y pícaros, que era todo uno, y con nobles estragados, ántes vió las rosas de Chipre regalar sus sentidos, que las pudiera apetecer el alma y adivinar la fantasía. Con su orfandad adelantada careció QUEVEDO de padres: ¿cómo extrañar que aquella mocedad fogosa rompiese todo freno, desconociese todo respeto y se entregase con desapoderada locura á los ciegos naturales impulsos del brutal apetito? Sin madre que vele en la infancia y que encamine la juventud; sin madre que desde temprano siembre y cultive en nuestros corazones la semilla del amor puro, y con ella todas las virtudes; sin madre que ilumine con la llama inmensa de su cariño las futuras sendas de nuestra vida, ¿quién sin riesgo atraviesa el alborotado mar de las pasiones? Inficionaron pues el corazon del mancebo corrompidas mujeres, y extinguieron en él cuando nacia ese instinto misterioso y santo de castidad, que es la flor del alma, y que brota en el hombre con la llama de la vida; conoció el deleite antes que el amor, invirtiendo así el órden de las cosas, y aprendiendo á despreciar á las que dan el uno sin sentir el otro. Con esto, andando en poco tiempo mucho mundo, careció, si no de toda sensibilidad, á lo menos de aquella pura, exquisita, inmaculada, que solo nace y se desarrolla en la escuela materna ó con el comercio honesto de las mujeres que son lustre de la sociedad y encanto y honra de su sexo. El mozo, que en esa mitad de su ser no vió nunca sino lo interesable y ridiculo, no podia emular y hacer propia la ternura y delicadeza de Garcilaso, del bachiller de la Torre, ni de Lope de Vega. Fuerza era que á los veinte años escribiese burlas y satiras, apólogos y vejámenes, las Cartas del caballero de la Tenaza, y el

romance

Yo, el menor padre de todos.

Fué, sin embargo, en QUEVEDO el amor una violenta necesidad para los sentidos, que no pudo subyugar en ninguna época de su vida, que se la puso á riesgo infinitas veces, pero que jamas le dictaba dulcísimos cantos; ocasionábale sí cuchilladas y pendencias, escándalos y prisiones. Muchacho estudiante en Alcalá, quita la dama á un camarada que decian don Diego Carrillo; es motejado de cobarde, y hiere á punto de muerte al ofendido compañero. Fulminase proceso contra el desatalentado mozo, y sálvale la vida, por intercesion del duque de Medinaceli, doña Catalina de la Cerda, mujer del favorito del Monarca (3). En Nápoles se enamoró de la mujer de

de Sevilla, don Alonso Maranta, don Francisco Lopez de Aguilar Coutiño, del hábito de San Juan, y don Jerónimo de Ribera, cuyas hazañas van unidas á las del gran virey de Nápoles. El padre Mariana, en sus más delicadas tareas literarias, confiaba á QUEVEDO el exámen y correccion de los textos hebreos, por la seguridad que tenia de sus grandes conocimientos en este idioma.

(1) Tarsia, páginas 21 y 55.

(2) Componense de una linda fábula mitológica, de dos

canciones burlescas, encareciendo la hermosura de una dama entre rota y remendada, y la suma flaqueza de otra; de varios epigramas, sonetos y epitafios imitando á Marcial y á los antiguos, y de tres letrillas satíricas con los estribillos de Punto en boca, Con su pan se lo coma, y Poderoso caballero es don Dinero.

(5) El mismo QUEVEDO lo confiesa en carta de 23 de febrero de 1636.

un magnate de la corte llamado Menardini, quien se la llevó á Raguza despues de haber tenido fuertes contestaciones con QUEVEDO, y hubieran parado en desafío á no ser por el duque de Osuna. Sus aventuras de Italia no tienen cuento. Alguna de España le sacó de las cadenas y calabozos; otra fué estímulo para la última persecucion que le llevó al sepulcro. A los cincuenta y nueve años creia poder bizarrear como en los hervores de la juventud, y exclamar como entónces:

Si va á decir la verdad,

De nadie se me da nada;
Que el ánima apicarada
Me ha dado esta libertad.
Solo llamo majestad

Al rey, con que hago la suerte;
No temo en damas la muerte
Tanto como en un doctor;

Que las cosas del amor

Como me vienen las tomo.

Yo me soy el rey Palomo,

Yo me lo guiso y yo me lo como.

Pero no adelantemos tiempos ni sucesos, y vengamos á los presentes.

El duque de Lerma, recelando para su favor riesgos en el amoroso respeto que á la emperatriz Maria (retirada hacia veinte años en las Descalzas Reales de Madrid) profesaba el Monarca, trasladó á Valladolid la capital del reino, saliendo para esta ciudad los príncipes á 11 de enero de 1601. QUEVEDO siguió la casa real. Tres años vivió suspirando por su patria; al saludarla por breves dias en el de 1604, escribió el romance que comienza :

De Valladolid la rica;

y cuando, muerta la Emperatriz, y ganado con regalos cuantiosisimos el ánimo del Duque, tornó à Madrid la corte en febrero de 1606, hizo el poeta resonar su lira con un romance burLesco. Vemos por uno y otro que á su salud era contrario el destemplado clima de las márgenes del Pisuerga, y puede sospecharse que su enfermedad estaba en el espíritu, cuando debió alivio prodigioso á una carta de Justo Lipsio, recibida por noviembre del año anterior en los momentos en que empezaba á traslucirse el regreso de la regia familia á las orillas del Manzanares (1). Las quejas públicas y acriminaciones contra el mal gobierno calentaron por aquellos dias la imaginacion del jóven poeta, y abrieron nuevos caminos al empleo de su entendimiento.

Con entrada en palacio, relacionado con los áulicos y próceres, con el estado llano y la plebe, estimado de los sabios de dentro y fuera de España, muy presto siempre á buscar la amistad y doctrina de los ancianos y experimentados, hacia en verdes años harto caudal de experiencia. Escuchaba por aquellos dias con suma aficion al venerable Juan de Mariana, y de sus labios la causa de los males públicos del reino, recibiendo de este varon incomparable los opimos frutos de su vasta erudicion y maduro juicio. Entónces convirtió su atencion entera á la reforma de las costumbres y á la especulacion de la ciencia de gobierno; sugiriéndole los escritos de Luciano la idea de envolver con las sombras de un sueño la censura de los vicios. Hasta allí nadie habia imitado en Europa aquel modelo (2), ¿quién desde entónces no peca en

Lo de sueño me ha dado y visioncita?

Para ensayo escribió la Casa de locos de amor, donde cargó la mano en los devotos de monjas, ya porque le repugnase esta desacordada costumbre, ya por imitar á Góngora, que los habia zaherido en muchas ocasiones, y gallardamente en la letrilla

(1) Tarsia, pág. 37.

Mandadero es el arquero,
Y sí que era mandadero.

(2) Muchos antiguos y modernos escritores adoptaron para sus composiciones la forma de un sueño. En el de Escipion agitó el padre de la elocuencia las más importantes

cuestiones de la filosofia. Dante, Petrarca, Boccacio, Cervántes, y posteriormente don Diego de Saavedra, se valieron de igual resorte para desplegar las galas de su ingenio; pero no tuvo ninguno el intento moralizador del filósofo de Siria.

Encarecer el desastroso precipicio á que vino la monarquía en este tiempo, regida, à nombre de Felipe III, por un indigno favorito, fuera cansar al lector con lo que ya tiene olvidado. El desgobierno se habia reducido á sistema, los premios no buscaban al benemérito, desaparecian los tesoros de América, y esquilmábase al pueblo miserable con gabelas y derramas para ayudas de costa y gajes del favorito y de sus cómplices (1). La pobreza desconsoladora reprimia el enojo de los espíritus sabios y valientes, y el riesgo de la persecucion heló más de una vez los festivos raudales del alma. A toda prisa hacia degenerar el crimen la raza española, y los jueces, gobernadores y ministros, que en el anterior reinado fuéron modelos de lealtad, rectitud y desinterés, se habian repentinamente convertido en lobos y buitres devoradores (2). Treinta y seis años sirvió ȧ Felipe II don Pedro Franqueza, conde de Villalonga, sin ser jamas reconvenido civil ni crimi!nalmente; y á los nueve de ejercer cargos por Felipe III subió á tanto el escándalo y nota de sus excesos, que hubo que sujetar á prision, perseguir con violencia, y dejar morir en la cárcel á este secretario de Estado (3). Ocioso es decir cómo andarian los oficios menores.

Lo ejemplar de semejante proceso pudo alentar al jóven escritor con la esperanza de que, por grande que sea el desenfreno de los vicios de un pueblo, rinde tributo á la verdad y á la justicia. Quiso decirla y hacerla, y se decidió á blandir el arma de la inteligencia y del saber contra el desórden y la general corrupcion, bosquejando un Sueño del juicio final, para juzgar todas las clases del Estado, y remover y limpiar el cieno de aquella sociedad degenerada. Los pintores, desde Orgagna hasta Miguel Angel, y los poetas, desde el cantor de Aquiles hasta el de la Divina comedia, habian tratado el propio asunto. Luciano le facilitó el camino, QUEVEDO no le desamparó nunca. Quince años tardó en completar los Sueños, y cada uno de ellos aventaja al precedente, á proporcion que el estudio y la experiencia mejoran el juicio y robustecen el ingenio. El moralista español arrebató al siriaco la gracia en el decir, la felicidad en inventar, el donaire en las burlas, en la sátira lo picante; con él compitió en el artificio de disfrazar las alusiones que escuecen; en el decir las verdades riendo, y de reirse diciendo la verdad, y en la pintura de las costumbres, cuidados é inclinaciones de los hombres.

Ademas tomaba puntos para sus lecciones satíricas en las eternas obras de Miguel de Cervántes Saavedra, con quien le unia estrecha amistad, utilizando el inagotable tesoro de las novelas ejemplares El licenciado Vidriera y el Coloquio de los perros Cipion y Berganza. *

El primero de los Sueños fué dedicado y leido en 3 de abril de 1607 á don Pedro Fernandez de Castro, conde de Lémos, que, por el favor de su suegro el duque de Lerma, ocupaba á los treinta y un años la presidencia de Indias, y en quien las letras tuvieron un Mecénas ilustrado, que eternizó su nombre socorriendo á Cervantes con algunos desperdicios de su grandeza.

Dos meses antes se habia ofrecido un lance à QUEVEDO, que por lo muy frecuente retrata la época y la fiereza de nuestros antiguos españoles. Iba cierta noche de enero por la calle Mayor: un capitan llamado Rodriguez se atreve á quitarle la acera; esgrimen las espadas, hiere el capitan á su adversario en la frente, pero este de una estocada le atraviesa el brazo derecho. Andando el tiempo fuéron los dos muy amigos (4).

En marzo de 1608 acometió á DON FRANCISCO una enfermedad aguda. Varios parientes de su madre, avecindados en el Fresno de Torote, le instaron porque pasase á convalecer en aquella villa del partido de Alcalá de Henares, donde logró pronto restablecimiento. Hizo allí los ro

mances

Diéronme ayer la minuta.......;
Villodres con Guirindaina.....;
Mi marido, aunque es chiquito... ;

(1) Solamente las donaciones que se hicieron al duque de Lerma pasan de cuarenta y cuatro millones, segun acusacion del fiscal don Juan Chumacero y Sotomayor. (Biblioteca Nacional, Ff. 137.) Decia el Duque á don Rodrigo Calderon que las mercedes se han de sacar de los monarcas una á una, como los juncos.

(2) Mariana, Discurso sobre la moneda de vellon. (Biblioteca Nacional, Q. 104.)

(3) Enero de 1607. (Biblioteca Nacional, Cc. 96.) «Yo sé que no hay ningun género de oficio destos de mayor cantía, que no se granjee con alguna suerte de cohecho, cual más, cual ménos », decia el Duque á Sancho Pan

za confirmándole su nombramiento de gobernador de la insula Barataria. Por pragmática de 19 de marzo de 1614, noticioso Felipe III de que se pretendian con dádivas y por otros medios ilícitos, asilas prelacías y dignidades eclesiásticas como los gobiernos y judicaturas, impuso graves penas á los pretendientes, á los que prometian valimiento; y mandó que las dignidades, oficios y mercedes se proveyesen en personas dignas, sin intervencion de ninguna suerte de cohecho.

(4) Nota del sobrino de QUEVEDO, don Pedro Aldrete, no publicada.

el soneto contra cierto capellan de aquel pueblo,

Erase un hombre á una nariz pegado...;

y dió cabo al Sueño del Infierno, ó séase Las zahurdas de Pluton, á postrero de abril, dejándolo consignado en el discurso, como tambien que se hallaba en los veinte y ocho años de su edad. Remitiólo tres dias despues à un amigo de Zaragoza (á no dudar, Lupercio Leonardo de Argensola), quejándose ya de las maliciosas calumnias que al parto de sus obras anticipaban sus enemigos. Habiendo regresado á Madrid á fines de mayo, leyó este opúsculo al conde de Lémos, y partió á pasar el verano en la Torre de Juan Abad (1). A su vuelta á Castilla se le encojó la mula, y tuvo que pernoctar en Argamasilla de Alba, en la casa del párroco. Visitáronle los caciques y ricachos, é instándole juntamente con el huésped á que improvisase algunas coplas, rompió el rasgo, haciendo en un romance el Testamento de Don Quijote. ¡Tanta era ya la populari. dad de El ingenioso hidalgo de la Mancha !

Hallóse por este tiempo en un concurso de los mayores señores de la corte en casa del conde de Miranda, presidente de Castilla. Era ocupacion de los nobles é hidalgos el juego y ejercicios de las armas, y armas y letras asunto de sus tertulias y reuniones. Acababa de publicar el diestro de profesion don Luis Pacheco de Narvaez, caballero andaluz, sus Cien conclusiones, para conocimiento científico de la verdadera destreza; y en presencia del autor disputaban los concurrentes acerca de su aplicacion y eficacia. Impugnaba QUEVEDO cierto género de acometimiento que en el tratado se afirma no tener reparo ni defensa; y empeñándose la disputa con las diferentes opiniones, se remite el censor á la práctica, convidando á la prueba. Excúsase el maestro, alegando que únicamente se habia reunido la academia para pelear con razones, y que las del libro eran de todo punto incontrovertibles. Exaltase DON FRANCISCO, y grita : « Saque vuestra merced la espada, y dígame todo eso con las manos. » Estrechados por los circunstantes, empuñan uno y otro las negras de esgrima; santigua QUEVEDO á su contrario al primer encuentro, y le hace por último saludar á la asamblea, derribándole el sombrero de un botonazo, divirtiendo á la concurrencia con este chiste : « Probó muy bien el señor don Luis Pacheco la verdad de su conclusion; que, á haber reparo en el acometimiento, yo de ningun modo le pegara. Ambos fuéron siempre enemigos. Uno formó parte del Tribunal de la justa venganza; el otro diseñó ridiculamente al esgrimidor en la novela del Buscon, escrita poco tiempo despues de este suceso (2).

Trabó amistad nuestro escritor á principios del año siguiente de 1609 con uno de los más famosos personajes de aquel reinado, el ilustre don Pedro Tellez Giron, duque de Osuna, que con el renombre de atrevido y valiente, lleno de heridas y de deudas, tornaba en aquellos dias de las campañas de Flandes. Cien hechos gloriosos habian allí desvanecido la memoria de los excesos que le arrojaran en prisiones por julio de 1602 en un lugar del Condestable. Rompiéndola, huyó a la nacion vecina; y sin que fuesen parte á detenerle en París el recibimiento y agasajo que el magno Enrico le hizo, sentó plaza de soldado en los ejércitos españoles, donde ascendió á capitan de caballería. Habria en los Paises-Bajos recorrido todos los grados de la milicia, á no instar al Rey el archiduque Alberto porque le sacasen á Osuna de sus estados, como se verificó inmediatamente (3). Don Pedro habia nacido para mandar, no para obedecer; presentia sus prósperos destinos, y acercábase la hora de hacer resonar su nombre entre las gentes. Por un rasgo de suma habilidad capituló á su hijo, entónces único, don Juan Tellez Giron, marqués de Peñafiel, con doña Isabel de Sandoval, hija del duque de Uceda y nieta del valido, con lo cual se abria camino á los puestos más importantes del Estado. Para tener todas las dotes de insigne ministro y sagacísimo soldado, á más de la natural gallardía y ánimo generoso, abrigaba intimo convenci

(1) En los famosos campos de Montiel, tres leguas de ViHanueva de los Infantes, catorce de Ciudad-Real y treinta y seis de Madrid. Confina por el cierzo con la villa de Gózar, por el oriente con Almedina, por el mediodía con Villamanrique, y al ocaso tiene à Santa Cruz de Mudela. Es punto que aun no he logrado averiguar si de sus padres vino á DON FRANCISCO el censo y jurisdiccion que tuvo contra aquella villa y su concejo. si lo adquirió su tutor, ó el mismo QUEVEDO luego que entró en la administracion de su ha

cienda. El señorío no lo tuvo hasta despues del año de 1622. Voy á los alcances de datos muy seguros para conseguir la certeza de este y algun otro punto.

(2) Tarsia, en la vida del autor, pág. 59; Lope de Vega, en la Circe, impresa en 1624.

(5) Carta autógrafa de 28 de octubre de 1608. --Opondríase tal vez à alguna condicion de las treguas con Holanda, en que tenia el Archiduque tan vivo y justo emрепо.

miento de que el valor y el poder, si van acompañados del consejo, cooperacion y alabanzas de los sabios, resplandecen y pasan á las generaciones con laureles inmarcesibles. Reparó en la prepotencia intelectual de QUEVEDO, amó su ingenio; buscáronse aquellas dos almas que tanto necesitaban la una de la otra, y cuyas fuerzas unidas habian de ser un torrente impetuoso. Dedicó DON FRANCISCO al Duque dos obras de muy diversa índole : Anacreon castellano, rico de comentarios é ilustraciones, y la version de Focilides; con un obsequio hablaba á los sentidos del mecénas, con otro á su razon y entendimiento, puesto que las máximas del filósofo religioso tienden á labrar en el hombre la perfeccion, y con ella la felicidad. En 1.o de julio siguiente escribió la Premática de las cotorreras, poniendo tasa á toda clase de mujeres: rasgo saladísimo, pero nada limpio ni decente, hecho para solazar alguna bacanal de mozos libres y desocupados. Poco despues, en los primeros dias de agosto, se ve al escritor que se confesaba malo y lascivo inscribirse como esclavo del Santísimo Sacramento en el oratorio de la calle del Olivar, de donde eran ya hermanos Salas Barbadillo, Espinel y Cervantes, y lo fuéron muy luego Paravicino y Lope. No entibiaban entónces el fervor religioso los apetitos carnales.

La última memoria literaria de nuestro autor en aquel año es la traza de un libro con título de España defendida y los tiempos de ahora de las calumnias de noveleros y sediciosos: tratado lleno de curiosidades.

Murió en el año siguiente de 1610, á los veinte y siete años de edad, con sentimiento de toda la corte, don Luis Carrillo y Sotomayor, del hábito de Santiago, comendador de la Fuente del Maes→ tre y cuatralbo de las galeras de España. Era hijo este caballero y celebrado poeta del presidente del consejo de Hacienda don Fernando, y de la nobleza de Córdoba; pero se habia distinguido sobre todo por el sello particular que imprimió a la poesía, introduciendo el primero el culteranismo en España. Con una cancion y un largo epitafio latino honró QUEVEDO su memoria.

A dar nuevo sesgo á la vida de nuestro cantor elegíaco vino un muy desagradable acontecimiento el juéves santo 21 de marzo de 1611. Hallábase en la iglesia de San Martin asistiendo á las tinieblas, y de rodillas allí, no léjos de él, una mujer al parecer de porte, de lindo arte y extremada compostura, cuando con poca razon y ninguna reverencia, por debates que hubo de tener con ella, un hombre le dió una bofetada. La santidad del lugar y del dia, el escándalo de los circunstantes, el desacato y la afrenta de una mujer honrada, todo encendió la indignacion en QUEVEDO, y asiendo violentamente del brazo al agresor, que ya en su frenesí intentaba contra la mujer demostracion más sangrienta, le sacó al atrio del templo, afeándole su audacia y desafuero. Ciega á los dos la cólera, desenvainan las espadas, riñen con furor indecible, y mortalmente herido, viene el de la bofetada á tierra y exhala pocas horas despues el último suspiro. Personas de cuenta la familia del muerto, por todos caminos apréstanse á la venganza; pero acogiendo DON FRANCISCO la cuerda opinion de algunos amigos leales y templados, resolvióse á poner tierra en medio, dando lugar á que la negociacion y buenos oficios calmasen el dolor y despuntasen el enojo. Habia poco ántes la majestad del tercer Filipo nombrado para el vireinato de Sicilia al duque de Osuna, quien hizo á nuestro hidalgo vivas instancias y magníficos ofrecimientos por llevársele consigo, aun cuando en él halló siempre tenaz resistencia. El Duque pensaba rivalizar con el conde de Lémos, teniendo en su compañía un poeta bastante á contrapesar con la colonia de ellos que llevó este en el año anterior de 1610 á su gobierno de Nápoles. Ya por abril empuñaba Osuna las riendas del de Sicilia, cuando tuvo la agradable sorpresa de ver entrar por huésped en su palacio à quien habia solicitado por camarada. Proporcionábale suceso de tanto gusto un varon docto y sagaz para el consejo, para el descanso un apoyo, para los azares del mundo un amigo, y para el esparcimiento un dulcísimo deleite (1).

Ya los negocios domésticos ó ya las resultas del desafio reclamasen la presencia de QUEVEDO en España, encuéntrasele retirado á la Torre de Juan Abad en 12 de abril de 1612. Con esta fecha dirigió al virey don Pedro Tellez Giron el sueño del Mundo por de dentro; y en 12 de noviembre ai cronista don Tomás Tamayo de Vargas el discurso acerca del Nombre, origen, intento, recomendacion y descendencia de la doctrina estóica, y su version de Epicteto: en la epístola misiva ponderaba á Tamayo su reconocimiento por los señalados favores que le habia merecido. A la sazon cundia por toda España la nueva de estar en la Torre el escritor festivo y maleante, y era universal el aprecio con que se buscaban y copiaban las cartas, aun todavía no impresas, del

(1) Tarsia, pág. 61 y siguientes.

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