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CAPÍTULO II

DE LA SANTA VIDA QUE ENTABLÓ LUIS EN MADRID

1582-1584

EPUESTO D. Ferrante de su enfermedad pasó con Doña Marta á Madrid, de donde salió para Lisboa el día 18 de mayo de 1582, á fin de avistarse con el Rey D. Felipe II, que á la sazón se hallaba en Portugal. Entre tanto Luis y Rodolfo desempeñaban en la corte el honorífico empleo de meninos del Príncipe D. Diego, é Isabel se educaba bajo los auspicios de la serenísima Infanta Doña Isabel Clara Eugenia, á quien sirvió más tarde como Dama de honor, y murió en este cargo después de algunos años. D. Ferrante, como queda dicho, ejercía en palacio su cargo de Gentil hombre de Cá

mara.

No quiero dejar de decir, pues viene á propósito, que la morada donde habitó el Marqués de Castellón con Doña Marta y sus tres hijos, durante el tiempo que vivió en Madrid, fueron unas casas que sirvieron muchos años de posada á los Embajadores de Génova, y estaban situadas en la calle ancha de San Bernardo. Más adelante por los años de 1602, siendo Provincial de

Toledo el P. Luis de Guzmán, y maestro de novicios el P. Robledillo, la Excelentísima señora Doña Ana Feliz de Guzmán, Marquesa de Camarasa, compró estas casas con una huerta contigua, y lo cedió todo á la Compañía, para la fundación del noviciado que ella misma levantó á sus expensas. Y fué sin duda particular disposición de la divina Providencia que fuese elegida para plantel y semillero, en que se criasen los jóvenes de la Compañía de Jesús, aquel dichoso sitio que había sido santificado con las virtudes del celeste protector de la juventud, y con los primeros fervores de su vocacion á la misma Compañía.

Refiérese en la historia de la fundación de aquel Noviciado que uno de sus aposentos era objeto de particular veneración y respeto por ser, á lo que se decía, el mismo en que había vivido San Luis Gonzaga; y en 1608 se salvó de un inminente incendio, por particular providencia del Señor. Este Noviciado como otros tantos preciosos y sagrados monumentos de la antigua piedad española fué derribado en nuestros días por la piqueta revolucionaria, y en su lugar se levanta actualmente el edificio de la Universidad Central.

Por este tiempo escribió nuestro Santo tres cartas á su tío paterno D. Horacio Gonzaga, Marqués de Solferino, descubiertas y publicadas recientemente por el R. D. Oliverio Jozzi. En la primera, interpretando Luis los sentimientos de su padre, que impedido por el dolor de gota no podía escribir por sí mismo á su hermano, le da las gracias por la cantidad de dinero que acababa de prestarle, en razón de cubrir las muchas expensas que le habían ocasionado los largos viajes, su prolija enfermedad, instalación en la corte, y sobre todo los tristes lan

ces de juego, al cual era aficionadísimo D. Ferrante, como adelante se dirá. La carta à que nos referimos traducida del italiano es del tenor siguiente:

Ilustrísimo Señor Tío:

Como quiera que sean tan dignos de aprecio los favores y continua protección que V. S. se ha dignado dispensar al S. Marqués nuestro padre y á todos nosotros, excediendo sobre manera á todo cuanto pudiéramos hacer en su servicio, por más que el amor y ley que le profesamos sean siempre muy grandes, no puedo menos de dar á V. S. las gracias por todo, en nombre de mi Señor Padre, quien impedido hoy por su crónico mal de gota, no ha podido escribir á V. S. para darle las gracias por el favor que le ha prestado, enviándole la suma de dinero que ya obra en su poder. Reconoce la obligación de reintegrársela tan pronto como regrese á esas tierras. Beso respetuosamente sus manos, y pongo fin á la presente que escribo á nombre de mi Señor Padre.

De Madrid á 18 de mayo 1592.

De V. S. Ilma.

Sobrino y Servidor

LUIS GONZAGA.

Diez días más tarde volvió Luis á escribir á su tío dándole varias noticias acerca de los viajes y enfermedad del Marqués su padre, y excusándose de no escribirle con mayor frecuencia. La carta dice así:

Ilustrísimo Señor Tio.

Muchas veces habría ya escrito à Vuestra Señoría, si no me hubiese detenido de un lado el temor de que

mis cartas se extravien por ignorar yo la manera de dirigirlas á Vuestra Señoría, cuyo paradero me es desconocido; y de otro, mis ocupaciones con el Serenísimo Señor nuestro, á cuyo servicio desea mi señor padre acudamos con la mayor frecuencia. Mas recelando que podría atribuir Vuestra Señoría mi excesiva tardanza en escribirle á descuido y negligencia, me he determinado á dar de mano á toda otra ocupación, y aprovechar este corto espacio de tiempo que me dejan libre las atenciones de mi cargo, para saludar humilde y respetuosamente á Vuestra Señoría y participarle cómo el Señor Marqués nuestro Padre partió hace nueve días para Lisboa, quedando nosotros en esta de Madrid con la Señora Madre; la cual, según habrá sabido Vuestra Señoría, se vió precisada por la indisposición del Señor Padre á quedarse en Zaragoza, apartándose del servicio de S. M. C. (1) quien ya se halla en Lisboa, y ha visto á la Majestad Católica del Rey su hermano. Concluyo besando las manos de Vuestra Señoría.

De Madrid, á 28 de mayo de 1582.

De V. S. Ilustrísima

Sobrino y Servidor

LUIS GONZAGA.

A estas dos cartas síguese en la mencionada colección del Sr. Jozzi un fragmento de otra escrita también en Madrid el 25 de junio de este mismo año 1582. Por las últimas frases de esta carta se ve que continuaba Don Horacio Gonzaga favoreciendo con sus préstamos á D. Ferrante, y que Luis era su secretario y confidente

(1) Su Majestad Cesárea.

en estos íntimos secretos de familia. Y esto explica perfectamente lo que más adelante se dirá sobre el sentimiento que le causaba el ver á su padre tan ciegamente aficionado al juego. He aquí el citado fragmento:... «toda vez que V. S. se ha dignado hacer tanto en nuestro favor. Presento á V. Señoría Excelentísima los homenajes y sentimientos de mi sincera y constante adhesión suplicándole continúe prestándome su favor: lo mismo le digo de parte de mi Señor Padre. Beso respetuosamente las manos de V. S. De Madrid á 25 de junio, 1582. Sobrino y Servidor

LUIS GONZAGA.>>

Mas veamos ya de qué manera entabló Luis su vida en la corte, y admiremos una vez más la solidez de sus virtudes y la inquebrantable constancia de sus propósitos. Desde luego echó de ver que no le había de ser tan fácil conservar en Madrid aquel plan y método de vida que se había impuesto en Castellón, ni había de poder consagrar tantas horas como antes á su amada soledad y recogimiento. Las obligaciones de su oficio en la corte por un lado, y por otro las atenciones de sus estudios, reclamaban la mayor y mejor parte de sus días, y apenas le dejaban tiempo para cumplir con sus devociones cotidianas, y aun la misma frecuencia de sacramentos se le hacía harto dificultosa. Mas no era Luis del número de aquellos ánimos apocados é inconstantes, que al leve soplo de cualquiera dificultad, dejan el sendero de la virtud que habían emprendido, gobernándose más por el mudable viento de los respetos mundanos y terrenales, que por la invariable norma de las máximas cristianas y evangé licas. Las cuales tenía Luis tan impresas y asentadas en su

V. S. LUIS.

II

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