Page images
PDF
EPUB

CAPÍTULO III

PRIMEROS AÑOS DE SAN LUIS

1568-1575

I el piloto, como dice fray Luis de Granada, procura no perder la oportunidad del tiempo, y el labrador la que piden las labores de sus heredades; mucho más deben los padres aprovecharse del tiempo de la tierna edad de sus hijos, para rendirlos, doblarlos y enderezarlos: porque si esta dejan pasar, cuando después quisieren doblarlos, no podrán, y antes los quebrarán que los enderezarán. Por esto Doña Marta, como quien miraba en el tierno infante que el cielo le había dado por modo tan maravilloso, no tanto al heredero de la casa y solar de Castellón y de los feudos de Castel-Gofredo y Solferino, cuanto al hijo de Dios y heredero del reino de los cielos, dióse á criarlo con todo el cuidado y solicitud conforme á lo que aconseja el Sabio por estas palabras: ¿Tienes hijos? Pues desde la niñez los debes educar y enseñar (1). Y sabiendo bien que al paso que alimentaba el cuerpo del tierno infante con la leche de sus pechos, debía infiltrar en su alma el conocimiento y

(1) Filii tibi sunt? erudi illos a pueritia illorum. Eccli. VII, 25.

[graphic][subsumed][subsumed]

Con los pobres de Cristo fué también Luis muy caritativo y misericordioso desde su niñez.

amor de su Dios, procuró que las primeras palabras que aprendiese á pronunciar, fuesen los dulcísimos nombres de Jesús y María. Enseñóle muy á tiempo á signarse y santiguarse y á rezar devotamente la oración dominical y la salutación angélica con otras devotas preces y prácticas espirituales. Y no contenta con tomar ella este cuidado, mandó á sus amas y á todos los que en la educación y crianza del niño intervenían, que no sólo evitasen cuanto pudiese serle de mal ejemplo, sino que en todo procurasen encaminarle por el recto sendero de la virtud. Y á decir verdad, poco fué lo que tuvieron bajar en este negocio; porque la índole apacible del niño, su natural docilidad y una feliz inclinación á todo lo bueno, no sólo facilitaban su educación, más aun la hacían agradable en tanto grado, que algunas personas depusieron con juramento haber experimentado particular consuelo y devoción cada vez que tomaban á Luis en sus brazos, pareciéndoles que abrazaban no á un niño sino a un ángel del cielo.

que tra

No era menester más qne proponerle las prácticas de piedad y devoción para que con sumo gusto y alegría las abrazase: y era cosa de maravilla ver el gusto con que repetía las oraciones que le enseñaban, y el contento que manifestaba en todas las obras buenas en que sus padres le iban industriando. Mas ¿cómo explicar el consuelo que sentiría la piadosa madre, cuando apenas el niño sabía andar por sus pies, ya buscaba los rincones de la casa, y se escondía, ora detrás de una puerta, ora entre los pliegues de los cortinajes para vacar á solas á la oración?

Con los pobres de Cristo fué también Luis muy caritativo y misericordioso desde su niñez; y era cosa de

ver cómo se le iban los ojos y el corazón hacia los que venían á pedir limosna, y el gusto y satisfacción con que les alargaba con su manecita una moneda ó un pedazo de pan. Tales eran los juegos y entretenimientos predilectos de Luis en aquella tierna edad, antes que amaneciese en su mente la luz de la razón: y así no es maravilla que los que esto veían, presagiasen ya desde entonces la alta santidad á donde había de encumbrarse andando el tiempo aquel niño, en quien la naturaleza parecía convertida en gracia y las flores de la niñez en frutos precoces de la edad varonil.

La Marquesa que iba observando paso á paso el pro. gresivo desarrollo de su pequeño Luis, no cesaba de dar gracias a Dios nuestro Señor y à su bendita Madre por las bendiciones de dulzura que tan a manos llenas derramaban sobre su hijo, y se alegraba sobremanera de verle tan inclinado á las prácticas piadosas. El Marqués por el contrario, como hombre que se había criado entre el ruído de los campamentos, sin desconocer las excelentes dotes de Luis, y aplaudiendo y todo la tierna devoción que de su madre había aprendido, todavía se holgara más de verle inclinado al ejercicio de las armas, pareciéndole que el primogénito y mayorazgo de su casa no debía educarse para el claustro y soledad, sino para la corte y la milicia.

Con este intento, dispuso que en vez de los dijes y juguetes que suelen darse á los niños para su diversión y entretenimiento, se le armase con su pequeño arcabuz, pica, rodela, casco y otras armas de tan pequeñas dimensiones que un niño de cuatro años, como era entonces Luis, pudiese fácilmente manejarlas. Gozábase el Marqués viendo al niño traveseando por la casa con su

« PreviousContinue »