Page images
PDF
EPUB

contestacion que se han servido darme los Illmos. Sres. Obispos de España; á los cuales creí de mi obligacion el comunicarles mi pensamiento, y remitirles el prospecto de la version, con el fin de que viesen las reglas ó manera con que la habia hecho, y me avisasen lo que su ilustrado zelo por el bien de la Iglesia les dictase por conveniente. Porque de casi todos las he recibido ya en tales términos que me confirman en la importante idea de la utilidad que resultará á los fieles, especialmente en las actuales cir-cunstancias, de publicarse mi nueva version. Y como al pedirles su sagrada bendicion, les suplicaba que se dignasen ilustrarme con sus superiores luces, y advertirme los defectos que hallaren, me parece propio repetir aquí la misma súplica; á pesar de las es traordinarias ocupaciones de cada uno de ellos en la direccion espiritual de sus feligreses y reparacion de los males de sus particulares iglesias. Confio pues poder añadir al fin del último tome las correcciones y mejoras que se me avisen, y la censura que hayan hecho algunos varones de sólida piedad y de zelo segun ciencia, que van leyendo con tan santo fin los tomos que se publican. Con tales y tan poderosos auxilios, y consagrando gustosamente el resto de mi vida en disminuir cuanto me sea posible los defectos de esta version, habré cooperado algun tanto á que los fieles españoles puedan algun dia leer las Divinas Escrituras en estilo sencillo y natural, pero claro, fluido y sentencioso, que ostente de lleno la magestuosa elegancia de nuestro incomparable idioma.

DISCURSO PRELIMINAR.

S. I.

Escelencia de los Libros Sagrados; é importancia de su lectura j meditacion.

Cuanta

I uanta sea la escelencia de los Libros Sagrados, no hay para qué detenernos en demostrarlo; por ser una verdad bien notoria á todo cristiano, y confesada aun por varios filósofos gentiles ó incrédulos, que los veneraban como modelos de sublimidad en las sentencias, y como un compendio de la mas pura moral'. De esto mismo se infiere cuán provechosa ha de ser su contínua lectura y profunda meditacion. El Señor dijo á su pueblo de Israel, y en él á todos nosotros: « Hable continuamente tu boca del Li»bro de esta Ley; y medita de dia y de noche lo que en él se »contiene, á fin de que guardes y cumplas todas las cosas en él "escritas: con lo cual iras por el recto camino, y procederás sa>>biamente. El apóstol S. Pablo hace memoria á su discípulo Timoteo, que desde la niñez habia aprendido las sagradas letras; «las cuales, añade, te pueden instruir para la salvacion, »mediante la fe en Jesu-Cristo;» y prosigue: «Toda escritura, ins pirada de Dios, es útil para enseñar, para convencer, para corregir, para dirigir segun la justicia; á fin de que el hombre de Dios, ó el cristiano, sea perfecto, y esté apercibido para toda obra buena3. Es la palabra de Dios el libro de la vida, donde halla el que quiere servir al Señor la instruccion que necesita, y con la cual se consuela y alienta. «La doctrina de Cristo (escribia el mismo á los colosenses) tenga su morada en »vosotros con abundancia y con toda sabiduría, enseñándoos, y >>animandoos unos á otros con salmos, con himnos y con cán »ticos espirituales".»

2 Asi es que la Iglesia, por medio de los Concilios y santos Padres, os encomienda muy encarecidamente este estudio de la Divina palabra; mandando á los sacerdotes que anuncien y espliquen á los pueblos las Sagradas Escrituras, y á estos que las oigan, y las aprendan, y mediten sin cesar, cada uno segun su talento, como un medio eficacísimo para promover el esplendor de la religion, la pureza de las costumbres, y el bien espiritual de todos los fieles". La lectura de los Libros Sagrados, decia Orígenes, es una armería espiritual, de que usamos pa

1

Longinus, Rouss. Helvet. Rom. XV. 4. 5 Colos. III. 16. 1 Hom, VIII, in Levit,

4 Ibid.,

et

2 Josue 1. 8. 3 II. Timot. III. 16.
• Conc. Trid. sess. XXIV. De reformat. c. 4.

ra pelear contra las potestades del infierno y del mundo. Es, segun el Crisóstomo, el pan del alma, y el sustento del espíritu, y nos sirve de alcázar para defendernos del pecado: ó de antídoto, en expresion de S. Ambrosio3, contra nuestras pasiones, y de medicina universal para todas nuestras enfermedades y dolencias espirituales. Y el mismo S. Juan Crisóstomo, á los que decian que no entendian lo contenido en los Libros Sagrados, responde con estas notables palabras: «Aunque no entendais los se»cretos de la Escritura; con todo, la misma simple lectura de ella › causa en nosotros una cierta santidad; bien que no puede ser que »>dejeis de entender algo de lo que leais. Porque á la verdad por >>esto dispuso la gracia del Espíritu Santo que estas Escrituras fue>>sertcompuestas por publicanos, pescadores, artifices de tiendas de »campaña, pastores, cabreros, idiotas é ignorantes, para que nin »gun idiota pueda alegar por escusa la dificultad de comprender»las, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se »>contiene, de modo que el artesano, el sirviente, la viuda, y el >>hombre mas ignorante saque ganancia y provecho de oirlas.... Si

la contínua leccion no puedes aun entender algun pasage, >vete á algun sabio, á algun hombre docto: comunica con él lo »que has leido.» Asi habla el Santo en su hon:ilía: III de Lázaro. 3 Conforme á esta doctrina de la Iglesia vemos trasladados desde su principio en todos los idiomas principales los Libros Sagrados. Por medio de la version griega, que mandó hacer, aunque idolatra, el rey de Egipto Ptoloméo Filadelfo, dispuso la Divina Providencia que se difundiese por todo el mundo la benéfica luz de las Sagradas Escrituras, que los judios ó por escrúpulo ó por envidia procuraban ocultar. Esta version, conocida con el nombre de los Setenta Intérpretes, se tiene por legítima en la Iglesia latina, y por aprobada en la griega. Con el imperio romano vino á ser universal la lengua latina; y luego se hicieron en ella innumerables versiones de la Sagrada Escritura; cuya multitud motivó la que trabajó S. Gerónimo, de la cual se hablará despues. Créese que la trasladó tambien este santo Doctor en su lengua materna, que era la dálmata; S. Juan Crisóstomo la tradujo en la arménica; Ulfilas, obispo godo, en la gótica; Juan, obispo de Sevilla, en la arábiga; Metodio en la esclavónica etc. Considerando S, Gerónimo estas diversas traducciones, dijo las siguien tes palabras: «Los siros, egipcios, persas, etíopes y otras innumera»bles naciones tienen la doctrina celestial trasladada en sus lenguas, y por este medio han dejado su barbarie para de veras filosofar.» Y Teodoreto decia: «Los libros hebréos han sido no solamente »trasladados al griego, mas aun en lengua latina, egipciaca, pérsi

Hom. II. in Math.. 2 Hom. III. de Lázaro. 3 In tit. Ps. 33. • Skenopoioi. Esto alude á los oficios ú ocupaciones de S. Pablo y de otros de los escritores sa grados. 5 Balla Sixti V. præfixa Ed. LXX, Interp, ann. 1582. Ep. ad Sophron.

»ʊa, índica, arménica, scítica, sauromática, y, para decirlo de una >vez, en todas lenguas: de cuyas traslaciones usan actualmen>te aquellos pueblos.» Son conocidas, aun fuera de España, varias antiguas versiones castellanas de la Biblia, especialmente la que se llama de Ferrara, la de Casiodoro de Reina, la de Cipriano de Valera; y es muy notable la catalana ó valenciana, que hizo el Padre D. Bonifacio Ferrer, prior general de toda la Cartuja, y hermano de S. Vicente, ayudado de otros varones sabios; obra que temo haberse perdido, como diré mas abajo. De estas y otras versiones castellanas hace ya mencion en la suya el Ilustrísimo Scio'. 4 De lo dicho se infiere que la Iglesia siempre ha deseado y procurado que los fieles lean y mediten las Santas Escrituras; y que si durante algun tiempo no ha permitido á todos indistintamente su lectura en lengua vulgar, sino que ha dispuesto que fuese necesario el permiso del superior eclesiástico, es porque asi lo exigian justas y gravísimas causas. Abusábase de su lectura por la malignidad de los hereges, y la triste situacion en que se hallaba la Iglesia. Los sectarios esparcian sus errores, valiéndose de las versiones de los Libros Santos, que publicaban inficionados de sus venenosas ideas. Llegaba á lo sumo la. 1. osadía y el maligno empeño en querer desacreditar la Vulgata latina, venerada de todos los católicos. Una de las perniciosas máximas de los nuevos reformadores, que habian puesto en combustion á casi todos los reinos católicos, y tenian ya revuelta la Francia, dividida entre sí la Alemania, en cisma la Inglaterra, y comenzaban ya á introducir algunas chispas del voraz incendio en nuestra España, era que cada cristiano particular, con la Biblia en la mano, podia ser juez de las controversias de religion; y á este fin imponian á todos los fieles, aun al sencillo artesano, y á la mugercilla de la ínfima plebe, la obligacion de leer la Sagrada Escritura.

5 Para obstruir este funesto manantial de las heregías, el papa Pio IV, en conformidad á lo acordado por los Padres del concilio de Trento, prohibió en el Indice de libros, en las reglas III y IV, la indiscreta leccion de las Santas Escrituras; queriendo que se pidiese licencia al Ordinario eclesiástico ó al Inquisidor, que ciertamente la concederian á cuantos conocieran capaces de aprovecharse de tan santa lectura. Es pues notoria falsedad y calumnia el decir que la Iglesia católica prohibia absolutamente las tras laciones de la Biblia en idiomas vulgares; como ya lo demostró el cardenal Belarmino contra Kemnicio. Mudadas las circunstancias, y habiendo cesado el furor de los hereges, entre los cuales habia ya muchos que apreciaban la version Vulgata latina', el sabio pontifice Benedicto XIV mandó poner esta adicion á las reglas IV

Disertacion Preliminar. De Verbo Dei. Lib. I. c. 15, 3 Grot. Præf. in annot, ad Vet. Test. — Walton Præm, in Polygl. Et cœt.¦

y IX del Indice, en que se trata de la prohibicion de las versiones de la Biblia en lenguas vulgares: «Que generalmente se >>conceden semejantes versiones de la Biblia en lengua vulgar, si »fueren aprobadas por la Silla apostólica, ó bien se publicaren »con anotaciones sacadas de los santos Padres de la Iglesia, ó de >>intérpretes doctos y católicos.» Posteriormente Pio VI espidió el decreto, ó breve, dirigido al Sr. Martini, despues Arzobispo de Florencia, que traducido al castellano dice de esta manera: «Pio Papa VI á Antonio Martini salud y bendicion apos»tólica. Amado hijo, es muy loable tu prudencia, con la que en »medio de tanta confusion de libros, que osan impugnar la reli»gion católica, y con tanto daño de las almas circulan por las manos »de los ignorantes, has querido escitar en gran manera á los fieles à la leccion de las Santas Escrituras, por ser ellas las fuentes »que deben estar abiertas para todos, á fin de que puedan sacar »de alli la santidad de costumbres y de doctrina, desterrados los »errores que en estos calamitosos y desarreglados tiempos tan an»chamente se derraman: lo que sábiamente has practicado, dando á luz los Libros Sagrados, puestos en idioma vulgar, acomodán»dolos á la comun inteligencia de los fieles; habiendo añadido »aquellas notas de los santos Padres que has tenido por conve>>nientes para precaver cualquier abuso: en lo que no te has des>>viado de las reglas de la congregacion del Indice, ni de la cons>>titucion que sobre este punto publicó el inmortal pontífice Be»nedicto XIV, predecesor nuestro de gloriosa memoria, y al cual »nos gloriamos haber tenido por escelente maestro en la erudi>>cion eclesiástica, cuando tuvimos la dicha de estar en su familia, »Por lo que te damos los loores que se deben á tu doctrina »singular piedad etc. Dado en S. Pedro de Roma á 17 de mar»zo de 1778, año IV de nuestro pontificado.» Finalmente, por estas poderosas razones, y habiendo cesado ya del todo las causas que motivaron la prohibicion mencionada, el supremo tribunal de la Inquisicion de España declaró en 20 de diciembre de 1782 que no se entienden prohibidas las versiones de la Biblia en lenguas vulgares, con tal que esten hechas con las condiciones que se espresan en los decretos y declaraciones Pontificias. No queda pues ningan género de duda acerca de los deseos de nuestra madre la Iglesia, de que sus hijos lean y mediten las Santas Escrituras; y pensar ahora lo contrario, seria manifestar poco respeto á las mas terminantes decisiones de los Sumos pontifices...

y

6 No he juzgado necesario dar aqui una razon estensa de las justas causas, por las cuales quiso la Iglesia, en otro tiempo, que para leer las versiones de la Escritura en lengua vulgar precediese licencia del superior eclesiástico. El Ilmo. Scio creyó deber hablar con alguna estension de este punto en la Advertencia

« PreviousContinue »