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mente contradichas con pruebas, y razones capaces de destruirlas, ni aun siquiera de hacerles alguna directa y formal oposicion. No obstante: como este argumento aunque puramente negativo, puede facilmente ocasionar algun embarazo ó algun escrupulo (grande 6 pequeño segun diversas complexiones) nos es necesario examinarlo de cerca, y decir sobre él tres ó cuatro palabras.

316. Dos cosas debemos considerar aquí. La primera, es un hecho de que no se puede dudar. La segunda, es la causa ó el origen verdadero de este mismo hecho. El hecho es, que ni los antiguos padres de la Iglesia, ni los otros doctores eclesiásticos que han escrito despues, han tratado este punto particular de que hablamos, de propósito y á fondo. Ninguno que yo sepa, ha mirado el misterio entero de la vocacion de las gentes, desde su verdadero principio hasta su verdadero fin: haciéndose cargo, digo, de todo lo que hay sobre esto en las Escrituras, así del antiguo, como del nuevo Testamento: esplicando de un modo claro y natural dichos lugares: comparando los unos con los otros: atendiendo á todo su contesto y respondiendo á las dificultades, &c.

317. Por una consecuencia natural, tampoco se han aplicado á examinar de cerca aquellos lugares de la escritura, tantos y tan notables que hablan del estado futuro de los Judios, y de los grandes designios que Dios tiene todavia sobre ellos. El cual estado futuro de los Judios parece absolutamente inseparable del misterio entero y completo de la vocacion de las gentes. Es verdad que muchos tocan el punto de la conversion de los Judios, y algunos dan tal cual señal nada equívoca, de haber divisado todo el misterio, especialmente cuando llegan á ciertos lugares mas notables que no es posible disimular: mas segun todo lo que yo puedo alcanzar, me parece que apenas lo tocan por la superficie, y siempre con tanta priesa, con tanta indiferencia, con tanto disgusto, que es capaz de advertirlo el hombre menos reflexivo. Confiesan en general, sobre alguno de estos lugares, que allí se encierran grandes mis

terios mas no nos dicen, qué misterios son, ni de qué personas se habla, ni para qué tiempos, &c.

318. Muchísimas veces hablan como en suposicion: es decir, como si fuese cierta é indubitable alguna suposicion implícita, sobre que proceden manifiestamente, ó como si esta implícita suposicion quedáse ya probada y sólidamente asegurada. Mas no es dificil conocer, que realmente están muy lejos de entrar en el exámen de la misma suposicion, ni aun siquiera de confesar que proceden sobre ella. Suponen, por ejemplo (para esplicarnos un poco mas) que la iglesia cristiana debe durar indefectiblemente hasta el fin, ó hasta que ya no haya hombres vivos y viadores en esta nuestra tierra. Esta suposicion es ciertisima y de fe divina. Al mismo tiempo suponen, aunque implícitamente sin esplicarse mucho, que la Iglesia cristiana deberá siempre estár y permanecer en las gentes, como está aora, sin novedad alguna. Suponen demas de esto, que los Judios conservados de Dios entre las naciones, sin confun. dirse con ellas, con una providencia tan admirable, serán alguna vez llamados del mismo Dios, y se convertirán de todo corazon á su Mesías, que aora no quieren reconocer. Mas en la suposicion implícita, que ninguno piensa examinar de cerca, de que la Iglesia estará siempre entre las gentes, como lo está aora, se guardan bien de entrar en el examen prolijo y exacto de aquellos mismos lugares de la Escritura, con que establecen la conversion futura de los Judios muchos de los cuales, mirados de cerca, parece que destruyen y aniquilan su implícita suposicion. Todo esto que acabo de decir me parece la pura verdad, sin quedarme sobre ello alguna duda ó sospecha racional. Cualquiera que tuviere alguna práctica, entenderá al punto lo que quiero decir: quien no la tuviere, quién sabe lo que podrá entender.

319. Siendo, pues, este hecho cierto é innegable, es preciso que esto haya dependido de algun principio, ó de alguna causa legítima y justa; con la cual los doctores se puedan no solamente escusar, sino justificar plenamente

delante de Dios y de los hombres. Porque pensar que hombres tan cuerdos, tan pios, tan santos han procedido en estos asuntos, ó por pasion, ó por algun otro afecto menos ordenado, lo tengo por un pensamiento injusto y formalmente temerario. ¿Cual, pues, habrá sido la verdadera causa del silencio de los doctores eclesiásticos, especialmente de los antiguos padres, sobre el misterio entero y completo de la vocacion de las gentes; como tambien sobre gran misterio de la vocacion futura de los Judios? Esto es lo que voy aora á proponer. Y para no detenerme en preámbulos inútiles, me parece que no hay que buscar esta verdadera causa, sino en la misma vocacion de los santos doctores, ó en el ministerio propio é inmediato á que fueron llamados. Hablo en primer lugar y principalmente de los antiguos, y á proporcion de todos los otros, que en diversos tiempos han servido á la iglesia con sus escritos.

el

* :

320. Los antiguos padres fueron en su tiempo aquella lengua erudita, ó de disciplina y enseñanza, que despues de los apóstoles dió el Señor á la nueva plebe, á la nueva dilecta, á la nueva esposa, á aquella de quien decia S. Pedro, que en algun tiempo erais no pueblo, mas aora sois pueblo de Dios y S. Pablo citando á Oseas: Llamaré pueblo mio, al que no era mi pueblo y amado, al que no era amado: y que alcanzó misericordia, al que no habia alcanzado misericordiat. Así: el oficio ó ministerio propio de estos santos doctores, no era otro que servir con todas sus fuerzas y talentos á esta nueva dilecta, atender en todo á su mayor utilidad, y mirar con verdadero celo y continuada vigilancia por todos sus intereses. Debian, en primer lugar, darle ideas justas del verdadero Dios, quitándole al mismo tiempo y procurando borrarle del todo aquellas ideas miserables en que se habia criado, de sus dioses

* Qui aliquando non populus, nunc autem populus Dei. 1 Pet. ii, 10.

↑ Vocabo non plebem meam, plebem meam : et non dilectam, dilectam: et non misericordiam consecutam, misericordiam consecutam. Ad Rom. ix, 25.

de palo y de piedra. Debian darle á conocer, y hacer digno concepto de la persona infinitamente admirable, y amable del esposo, haciendo que entendiesen bien que era verdadero Dios, como Hijo natural de Dios mismo; y juntamente verdadero Hombre, como Hijo natural de la santísima vírgen María, y por ella Hijo tambien de David, y Abrahán; y esto sin confusion de las dos naturalezas divina y humana. Este solo punto tuvo bien ocupados á todos los doctores de los primeros siglos.

321. Debian, fuera de esto, hacerla comprender la pureza y santidad de vida á que era llamada; esplicándole clara y distintamente toda la moral de las Escrituras, máximamente de los evangelios. Debian alentarla con la esperanza cierta de un eterno galardon, y retraerla de toda la gloria vana del mundo, y de todos sus venenosos placeres, con el temor de un castigo asímismo eterno y terrible que está aparejado para el diablo y para sus ángeles*. Debian exortarla únicamente á la práctica de todas las virtudes, como que son el ornamento único con que puede aparecer graciosa y agradable á los ojos del esposo. Debian inclinarla con la mayor prudencia, discrecion y suavidad posible, al amor verdadero é íntimo del esposo, como que este es el principio de todos los bienes, como que hace fáciles las cosas mas dificiles, y como que significa y santifica todas las acciones por pequeñas y ordinarias que sean. Debian celar con sumo cuidado y vigilancia, que no aprendiese de falsos maestros algun error contrario, 6 ageno de la sana doctrina, así en el dogma, como en la moral. Debian, en fin, instruirla perfectamente, y exórtarla continuamente á la práctica de todas las cosas pertenecientes á su nueva dignidad. Veis aquí en resumen la vocacion de los. santos doctores, ó el ministerio á que fueron llamados. Para este ministerio se les dieron los talentos, ó dones y gracias del Espíritu Santo, á unos mas, á otros menos; segun la medida de la donacion de Cristo: y ellos cor

* Qui paratus est diabolo, et angelis ejus - Mat, xxv, 41
+ Secundùm mensuram donationis Christi. --- Ad Ephes, iv, 7.

respondieron fielmente, trabajando con ellos, y mirando siempre en su trabajo la mayor gloria de Dios en la utilidad de la Iglesia.

322. Es verdad que muchos de estos fieles y celosos ministros, especialmente los mas célebres, no se contentaron con esto solo. Habiendo registrado cuidadosamente todas las galas y joyas preciosas, que sc hallaban en los tesoros de la primera esposa (los cuales habian quedado en poder de la que habia ocupado su puesto) les pareció engalanar á esta con todas ellas: creyendo buenamente que arrojada aquella por sus gravísimos delitos, debia ya mirarse como realmente muerta, y sepultada en la tierra del olvido. Por consiguiente, que aquellas galas pertenecian todas á la nueva esposa, y podia esta servirse de todas segun su voluntad. Entre ellas no hay duda que se hallaban algunas que le armaban bien y le venian justas; por tanto parecia claro, que para ella se habian hecho y guardado; otras se hallaban de no muy dificil acomodacion; con un poco de trabajo é industria, se podian hacer servir. La gran dificultad estaba en otras muchísimas (las mas y mejores) que llegando á la prueba se hallaban visiblemente desproporcionadas, y por eso inservibles. ¿Qué se hace pues con estas? Dejarlas dobladas sin algun uso, no puede ser, pues al fin no se hicieron sin gran acuerdo, ni se guardaron para que no sirviesen. Es necesario, pues, hacerlas servir todas del modo posible. Esto que intentaron algunos pocos de los antiguos, los mas ingeniosos y elocuentes, lo han proseguido con mayor empeño otros muchos doctores, animados del mismo celo por la gloria y utilidad de la nueva dilecta. Mas despues de tantas y tan ingeniosas diligencias, es bien fácil conocer al punto por varias señas infalibles, que aquellas son galas prestadas, no propias que no se hicieron realmente para el uso que se les quiere dar, sino que son acomodadas con industria y con artificio.

323. Mas volviendo á nuestro propósito actual, es ciertísimo que los antiguos padres, como maestros y ministros

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