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anuncia otra cosa mucho mayor. ¿Cual es esta? Es, dicen, la conversion de muchísimos Judios, no ya uno á uno: esto es, poquísimos: sino de millares de ellos, y verosimilmente de todas las doce tribus, que sucedió con la predicacion de los Apóstoles, así en Jerusalén, y Judea, como en todas las otras partes del mundo, por donde discurrieron los mismos Apóstoles *. En este sentido altísimo, y por eso especialmente intentado por el Espíritu Santo, se acabó de verificar la profecía, que solo se habia verificado en parte en la salida de Babilonia, y esto como un tipo ó figura de la liberacion por Cristo de otra cautividad mayor, que era la del demonio y del pecado, &c.

103. Para ver aora con los ojos si esta interpretacion es justa ó no, aunque fuera muy conducente el confrontarla con el testo mismo, y con todas sus palabras; mas por abreviar, reparémos solamente en dos palabras importantes, que contiene la primera cláusula: la una es, segunda: la otra es, para poseer... Y será en aquel dia: Estenderá el Señor su mano segunda vez para poseer el resto de su pueblo, que quedará, &c. De manera, que el Señor promete aquí en términos claros y formales, que para poseer el residuo de Israél, hará segunda vez, en aquel dia, aquello mismo que hizo en otros tiempos la primera vez; pues ninguna cosa puede hacerse segunda vez, si no se ha hecho la vez primera. Se pregunta aora, ¿á qué suceso anterior alude esta palabra segunda? Si no recurrimos al Exodo, ó á la salida de Egipto, y paso del mar rojo, parece claro, que nos cansarémos en vano. El testo mismo de esta profecía nos remite á este primer suceso, concluyendo con estas palabras: Y habrá camino para el resto de mi pueblo, que escapáre de los Asirios: así como lo hubo para Israel, en aquel dia, que salió de Tierra de Egipto†. Siendo el primer suceso la salida de Egipto, en la cual

* Prædicantes Evangelium in universo mundo omni creaturæ. Vide Marc. xvi, 15.

+ Et erit via residuo populo meo, qui relinquetur ab Assyriis : sicut fuit Israëli in die illa, quâ ascendit de Terra Ægypti. — Isai. xi, 16.

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sacó Dios su mano omnipotente en favor de Israél, el segundo deberá ser alguna cosa semejante. Es decir, si la primera vez hizo Dios tan visible y tan admirable su mano omnipotente, en tanta multitud de prodigios, para sacar á Israél de Egipto, y poseerlo como pueblo suyo peculiar, prometiendo el mismo Dios esta mano omnipotente, para otra segunda vez, esto es, para poseer el residuo de Israél, deberán renovarse esta segunda vez aquellos mismos prodigios, ú otros semejantes ó mayores. Digo mayores, porque parece mucho menos dificil sacar un pueblo del poder de un príncipe solo, y de la pequeña tierra de Jesén, que sacarlo del poder de todos los príncipes, y de todas las cuatro plagas de la tierra, donde está disperso, y prodigiosamente multiplicado. Congregará los fugitivos de Israél, y recojerá los dispersos de Judá.

104. Si esto no se recibe, si se desprecia como increible, ó como displicente, deberá mostrarse en los siglos pasados este suceso segundo, en que Dios haya hecho manifestar su mano omnipotente, así como la hizo manifestar la primera vez en Egipto. Cual, pues, habrá sido este suceso? O fué la salida de Babilonia, ó la cosa no ha sucedido hasta el dia de hoy; porque el sentido espiritual á que se recurre, y con que se tiran á llenar tantos y tan grandes vacios, apenas parece suficiente para huir la dificultad, dejándola en pie. Que el segundo suceso de que aquí se habla no fuese la salida de Babilonia, se prueba evidentemente por tres razones sacadas del mismo testo sin salir de él. Primera: porque aquellos pocos que salieron de Babilonia con licencia de su rey Ciro, no salieron de todas las partes de la tierra que nombra espresamente la profecía: no salieron de la Asiria, de Egipto, de Fetros, ó Arabia, de Etiopia, de Elam, de Emat, que eran todas regiones conocidas de los Judios: mucho menos salieron de aquellas regiones que solo se nombran en general, como son las islas del mar: mucho menos aun de las cuatro plagas de la tierra, ó de los cuatro vientos cardinales. Lo único que se puede decir de los que salieron de Babilonia

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es, que salieron de Senaar, ó Caldea, que tambien está en esta lista, y tal vez por esto solo se dice, que la profecía se cumplió entonces en parte, y en esta parte pequeñísima solo como una figura de otra cosa mayor, que debe ser puramente espiritual. Algunos doctores (creo que no son muchos) dan muestras de quedar poco satisfechos, y aun con grandes escrúpulos, de la violencia de su esplicacion. Así, añaden una palabra con que todo queda remediado : es á saber que toda esta profecía, y otras semejantes, se acabarán de cumplir con toda su plenitud ácia el fin del mundo esto es, despues del Anticristo, cuando los Judios dispersos entre las naciones sean llamados de Dios, así á la Iglesia de Cristo como á su tierra. Estas últimas palabras fueran dignas de estimacion, si sobre ellas se esplicasen un poquito mas: el gran trabajo es, que las dicen tan de paso, tan en general, tan en confuso, que nos dejan con el deseo de saber, que es lo que nos conceden en realidad; pues aun esto poco que parece que conceden lo deshacen del todo en otras partes.

105. La segunda razon es, porque en la salida de Babilonia, no tuvo Dios que hacer milagro alguno estraordinario: no tuvo para que mostrar públicamente su mano omnipotente, como lo habia hecho en Egipto: solo movió secretamente el corazon de Ciro, inspirandole que permitiese á los Judios, y aun los convidara á que volviesen á Jerusalén, y edificasen de nuevo el templo de Dios. El mismo Ciro lo dice así en su decreto, ó edicto real: Esto dice Ciro rey de los Persas: Todos los reinos de la tierra me los ha dado el Señor Dios del cielo, y el mismo me ha mandado que le edificase casa en Jerusalén, que está en la Judéa...y que edifique la casa del Señor Dios de Israél*. ¡Qué cosa tan diversa de lo que sucedió con Faraon! 106. La tercera razon, y á mi parecer la mas decisiva,

Hæc dicit Cirus rex Persarum: Omnia regna terræ dedit mihi Dominus Deus cœli, et ipse præcepit mihi et ædificarem ei domum in Jerusalem, quæ est in Judæa... et ædificet domum Domini Dei Israel. Esd. i, 2, 3.

es la causa, ó el motivo, ó el fin directo, ó inmediato para que sacará Dios segunda vez su mano omnipotente. Será, dice el profeta de Dios, para poseer el residuo de su pueblo, que entónces se halláre en todas las naciones de la tierra: para poseer el resto de su pueblo, que quedará de los Asirios... De aquí se infiere minifiestamente, que la profecía no puede hablar ni en todo ni en parte de la salida de Babilonia. ¿Por qué? Porque los que salieron de Babilonia fueron algunos iudividuos de aquella misma descendencia del justo Abrahán, que todavia era pueblo de Dios, y único pueblo suyo: ni por estar desterrado este pueblo de su pátria, y penitenciado de su Dios, dejó de ser pueblo suyo, ni Dios dejó de poseerlo como tal, ni de mirarlo y tratarlo como la única posesion ó heredad, que tenia sobre la tierra. En toda la larga profecía de Jeremías se ve lo que hizo el Señor para no desterrarlo. Se ve, que al fin lo castigó con este y otros csstigos, como con repugnancia y dolor: y hablando á nuestro modo, á mas no poder: y todo enderezado á edificacion, y no á destruccion para solicitar por este medio su enmienda, no su ruina; pues la idolatría en unos, y la iniquidad en casi todos, máximamente en el sacerdocio, se habian hecho tan generales, que como decia el mismo Dios por Miqueas, capítulo vii, el mejor entre ells es como cambron : y que es recto, como espino de cerca*.

el

107. Despues de desterrado, no dejó Dios de asistir á este pueblo suyo, de consolarlo, de protejerlo con providencias no solo generales, sine bien singulares, y muchas de ellas bien estraordinarias, como un buen padre que por una parte castiga con rigor á un hijo perverso, le muestra un semblante inexorable, lo priva de su presencia, lo aflije, lo destierra, y al mismo tiempo no puede olvidarse de que es padre, no puede disimular su amor y su ternura. En este tiempo de destierro y de indignacion, sucedió aquella providencia milagrosa, en que libró á la inocente Su* Qui optimus in eis est, quasi paliurus: et qui rectus, quasi spina de sepe. Mich. vii, 4.

sana de las piedras, que ya iban á oprimirla por el falso testimonio de los jueces inicuos. En este tiempo sucedió aquella otra providencia admirable, con que libró á todo su pueblo de la tirania del soberbio Amán, por medio de Estér y Mardoqueo. En este tiempo sacó sin lesion alguna del horno de fuego ardiendo, á aquellos tres justos que resistieron constantemente al impío decreto de Nabucodonosór, que queria adorasen por Dios á una estatua, obra de las manos de los hombres; y esto á vista del mismo rey y de toda su córte. En este tiempo les envió aquellos dos grandes profetas, Daniel, y Ezequiel, los cuales en todo el tiempo del destierro les hicieron servicios de suma importancia, el uno en lo espiritual, y el otro aun en lo temporal, por el gran crédito que tenian en la córte y en todo el imperio. En suma, en este tiempo de destierro, de íra, de indignacion, les escribió una carta por medio de Jeremias, que habia quedado en Jerusalén, en la que les dice, entre otras cosas, estas amorosas palabras, dignas de un verdadero padre. Porque yo sé los pensamientos, que yo tengo sobre vosotros... pensamientos de paz, y no de afliccion, para daros el fin, y la paciencia... Me buscaréis, y me hallaréis: cuando me buscáreis de todo vuestro corazon. Y seré hallado de vosotros, dice el Señort. Señales todas las mas sensibles, de que aun despues de desterrados y espatriados, los miraba Dios como pueblo suyo, y que no dejaban de serlo, por hallarse fuera de su patria, aunque tan abatidos y humillados, en tierra estraña.

108. Por abreviar, si se lee toda la Escritura, desde el capítulo xii del Génesis, esto es, desde la vocacion de Abrahan, hasta la muerte del Mesías, ó algunos años adelante, siempre se hallará á Israél con el honor y dignidad

Ego enim scio cogitationes, quas ego cogito super vos ... cogitationes pacis, et non afflictionis, ut dem vobis finem et patientiam ... Quæritis me, et invenientis: cùm quæsieritis me in toto corde vestro. Et inveniar á vobis, ait Dominus. &c. Jerem. xxix, II, 13, et 14.

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