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promover el culto de este Santo. Y en primer lugar Benedicto XIII por Breve de 22 de noviembre de 1729 concedió indulgencia plenaria para el día 21 de junio á todos los que confesando y comulgando visitaren en cualquiera iglesia el altar en que se celebra la fiesta del Santo; y Clemente XII en 21 de noviembre de 1737 extendió esta indulgencia á cuantos visitaren dicho altar, aun cuando por cualquier motivo la fiesta se celebrare en otro altar de la misma iglesia. Demás de esta indulgencia, este mismo Pontifice por decreto de 11 de diciembre de 1739 y 7 de enero de 1740, concedió perpetuamente indulgencia plenaria para cada uno de los seis domingos de la seisena en honor de nuestro Santo, con tal que habiendo confesado y comulgado en cada uno de ellos, se santifique el día con algunas oraciones y otras pías obras. Son dignas de notarse las palabras con que este Pontífice encarece la excelencia de la devoción al angélico joven en el rescripto en que otorga las sobredichas indulgencias; pues dice que á ello le mueve el deseo de fomentar y acrecentar la devoción de los fieles á este Santo, devoción que no vacila en llamar admirable así por las gracias espirituales que por ella se alcanzan del cielo, como por los favores del orden natural (1).

El año 1762 quiso el Papa Clemente XIII obsequiar á nuestro Santo en el día de su fiesta celebrando de pontifical en el altar donde reposan sus santas reliquias; y á fin de acrecentar más y más el culto y veneración de aquel altar tan frecuentado de toda clase de personas y

(1) Ad fovendam erga eumdem Sanctum miram, ob tot gratias tum spirituales, tum temporales, populorum devotionem.>>

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más particularmente de los jóvenes, aquel mismo día acabada la misa lo declaró altar privilegiado.

Y ¿qué diré de los singularísimos ejemplos de amor y devoción á San Luis que nos han dado todos los Pontífices que en este siglo se han sentado en la cátedra del Príncipe de los Apóstoles? Por no alargarme demasiado, sólo citaré algunos ejemplos más culminantes. Gregorio XVI al incluir el oficio de nuestro Santo en el cuerpo del breviario, haciéndolo obligatorio para todo el clero regular y secular de la Iglesia universal, por rescripto de 23 de julio de 1842; entre otros elogios con que engrandecía la memoria de este angelical mancebo, reconocía y confesaba estar ya su culto tan difundido por todo el mundo, que hasta en las regiones más apartadas se practicaba con grande ardor y empeño, invocándose á Luis como á un poderosísimo abogado y protector. Y añade que conforme al parecer de los Eminentísimos Cardenales de la Curia romana y de varios Prelados y Generales de órdenes religiosas, era sobremanera importante promover el culto y devoción hacia este esclarecido Santo, á fin de contrarrestar y oponer un dique poderoso á la espantosa inundación de males y desgracias que amenazaban á la sociedad en aquellos días.

Sabido es el tierno amor que el inmortal Pio IX profesó siempre al santo joven, y aún recuerda con fruición el pueblo romano las visitas que hizo á su glorioso sepulcro y los ricos donativos con que le solia obsequiar todos los años en el día de su fiesta. En 1847 celebró el santo sacrificio de la misa en su altar, dando en ella la sagrada comunión á los estudiantes del colegio romano; y en 1860, mientras se estaban cantando las primeras vísperas de la fiesta en la misma iglesia, entró este pia

dosísimo Pontífice á orar delante de su sepulcro. Concedió además el privilegio de celebrar misa votiva en el altar del Santo y en sus capillas.

Finalmente nuestro Santísimo Padre León XIII que felizmente rige la nave de Pedro, no ha querido ceder á ninguno de sus predecesores en amor y afecto hacia este ángel de la juventud, y como una de las empresas más gloriosas de su pontificado y que más le ha preocupado ha sido precisamente la de preservar á los jóvenes de la universal corrupción que todo lo invade, procurando á este fin restablecer en las escuelas la doctrina sólidamente católica y la educación íntegramente cristiana; de aquí es que ya desde los principios de su pontificado manifestó con cuánto gusto veía prosperar la congregación de niños y niñas colocados bajo los auspicios de San Luis Gonzaga, confirmó y enriqueció con nuevas indulgencias las congregaciones de nuestro Santo agregadas á la Prima Primaria; y finalmente concedió 300 días de indulgencia por cada vez que se rece la oración O Domina mea et Mater mea, que solía rezar frecuentemente San Luis.

Pero donde más se echa de ver la devoción con que nuestro Santísimo Padre ha honrado ya desde sus más tiernos años á este amabilísimo Santo, y el deseo vehemente que abriga de verle más y más glorificado y enaltecido en todo el orbe católico; es el Breve Apostólico con que se ha dignado recientemente recomendar la solemne celebración del tercer centenario de la bienaventurada muerte del Santo. De este importante documento y de todo lo concerniente al expresado centenario, diremos en el capítulo siguiente.

CAPÍTULO VI

TERCER CENTENARIO DE LA DICHOSA MUERTE
DE SAN LUIS GONZAGA

1891

ADIE ignora la grande importancia que se dá en nuestros días á la conmemoración secular de algunos hechos más culminantes de la historia, y cuánto partido sacan de una fecha célebre, así los buenos católicos para el sostenimiento y propagación de sus sanas creencias, como los enemigos de la Iglesia para hacer público alarde de su impiedad. No echaron en olvido este poderoso resorte y medio eficaz de propaganda los devotos del angélico joven San Luis Gonzaga. Después de haber celebrado con solemnes cultos los hechos más conspicuos de su santa vida, recordando con alegría en 1880 su primera comunión, en 1883 su vocación á la Compañía de Jesús, en 1885 su llegada á Roma y entrada en Religión; no era razón dejar pasar sin particular fiesta la fecha más memorable de su vida, esto es el día aniversario de su feliz tránsito á la gloria de los bienaventurados.

Desde que en 1889 fué divulgada la idea de conmemorar este acontecimiento tres veces secular con fiestas

extraordinarias, acogiéronla con entusiasmo los devotos del Santo, aplaudiéronla los Prelados, aprestóse à celebrarlo la juventud en todas las naciones católicas, y el mismo Sumo Pontifice mostróse por demás satisfecho y complacido de tan piadosos proyectos. Señalóse entre los Obispos italianos el Ilmo. Sr. D. José Sarto, Obispo de Mantua y entre los españoles el Excmo. é Ilmo. Señor D. Francisco Aznar y Pueyo, Obispo de Tortosa, quienes con el mayor empeño y solicitud bendijeron desde un principio los trabajos preparatorios para las solemnes fiestas, y alentaron con su exhortación y aprobación á los redactores de las varias revistas dedicadas á promover el culto del Santo, cuales son en España el Congregante de San Luis que se publica en Tortosa, y en Italia L'Eco di S. Luigi y L' amico dei giovinetti que se publican en Milán y Verona respectivamente.

Pero lo que sobre todo ha contribuído á inflamar los ánimos de los jóvenes para llevar adelante con el mayor empeño los grandes planes preconcebidos en razón de dar á este centenario todo el esplendor y solemnidad posibles, ha sido el Breve de Su Santidad León XIII dado á primero de enero de este año de 1891, el cual me ha parecido poner aquí por ser un documento no menos honorífico para nuestro Santo que útil y provechoso para la juventud. Tomamos la traducción publicada en el Mensajero del Sagrado Corazón de Jesús, en el mes de marzo de 1891, y es como sigue.

LEÓN, PAPA XIII

A todos los fieles cristianos que vean las presentes letras, salud y Bendición Apostólica.

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