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Nacimiento, padres, educacion y ejercicios espirituales del beato Martin hasta los quince años, de cuya edad entró á la Religion dominicana.

CAPÍTULO SEGUNDO.

Causas que motivaron su pronto ingreso en la Religion y su solemne profesion.

CAPÍTULO TERCERO.

II. Heroicidad de su esperanza.

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Virtudes heróicas de fray Martin.

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ART. I. Heroicidad de su fé

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§ Su amor al prójimo

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§ Salva la vida á los que estaban en peligro de

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§ Su compasion de los animales, y medios extraor

dinarios de socorrerlos

Heroicidad de las virtudes cardinales.

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CAPÍTULO CUARTO.

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CAPÍTULO QUINTO.

Su observancia de los votos religiosos.
ART, I. Su pobreza.

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das y cada una de las virtudes con que se obligó perpetuamente en el mismo órden. De tal suerte amó la humildad, firmísimo fundamento de todas las virtudes, que nada le era mas grato y deleitable que desempeñar los mas despreciables y viles oficios del convento: que el llamarse el mayor pecador, y, dobladas las rodillas, besar los pics de los que le solian Henar de oprobios, contumelias y escarnios, Aunque llevaba una vida inocentisima, no cesaba de mortificar su cuerpo con ayunos cuotidianos, y de macerar dia y noche la carne, ensangrentándola con cadenas de hierro, cilicios y otras penitencias, de modo que podia decir que llevaba en su cuerpo la mortificacion de Jesucristo. A la verdad ¡qué desprecio de todas las cosas humanas, qué admirable pobreza, qué fiel custodia de la pura castidad y del inviolable pudor! Ardia en tanta caridad de Dios, que se horrorizaba y huia de toda especie de culpa, aun la mas leve, y pasaba los dias y noches en continua oracion: sus conversaciones frecuentes, no eran mas que de Dios y de las cosas celestiales: á todos los queria inflamar en el amor divino: incesantemente recordaba los acerbísimos dolores de Jesucristo, y contemplaba el sagrado misterio de su cuerpo y sangre, y se mantenia inmoble dia y noche en esta contemplacion: deseaba grandemente dar la vida por Dios, especialmente en los imperios de la China y el Japon, donde los gentiles con furor daban cruelísimamente la muerte á los cristianos: y cuando continuamente se acercaba al sacramento de la penitencia y al divino convite de la Eucaristía, era con tanto sentimiento de piedad, que todo su ardor celestial se veia resplandecer en su boca. Este tan encendido amor de Dios fomentaba la excelente caridad con que admirablemen te amaba á todos y á cada uno de los hombres. Asi, pues, con singular cuidado, especialmente con los pobres, á los que siempre tenia á la vista, no solo se empeñaba en doctrinarlos en los rudimentos de la fé cristiana, y atraerlos al camino de la salud espiritual, sino que en sus molestias y angustias fuertemente solícito, atendia principalmente á poderles servir de refugio y consuelo. De aquí era que siempre estaba implorando la ayuda y limosnas de otros, logrando dotes para las vírgenes miserables, y á otras calamitosas, especialmente á aquellas que estaban destituidas de su antiguo esplendor y dignidad, les proporcionaba vestidos, comida, dinero y todo género de alivio. A los enfermos del convento, ó de afuera, ó de los hospitales, y principalmente á los moribundos, visitaba frecuentemente, ejercitando con ellos todos los oficios de caridad, condoliéndose de sus miserias, consolándolos y ayudándolos de modo que pudiesen salir de esta vida en el ósculo del Señor. Abrazado con el mismo fuego de caridad acerca de los párvulos de padres no conocidos, ó de hijos de padres muertos, condoliéndose de sus miserias, para socorrer su salud, cuidó de que en Lima se fundase un colegio de huérfanos, donde se mantuviesen, y fuesen educados en piedad y honestidad. Todos, á la verdad, admiraban cómo un pobre hombrecillo, sujeto á las leyes de la disciplina religiosa, pudiesė bastar jamas para emprender tantas obras, asistir á todos ėsos trabajos, y contribuir á todos esos gastos. Revestido de todos los sentimientos de humildad, extendia su benignidad aun á los animales brutos, que experimentaban continuamente la curacion de sus enfermedades y el alimento. Esta eximia y colmada virtud la quiso Dios adornar con dones celestiales en Martin. Este aunque rudo, y enteramente destituido de estudios, trataba de los mas sublimes misterios de la fé con tanta elocuencia, y dirimía con tanta doctrina las cuestiones mas dificiles de la teología, que los varones doctísimos, admirando la sabiduria de un hombre iliterato, á una voz la confesaban infusa divinamente. No solo esto: porque tambien pronosticaba los sucesos futuros, conocia las cosas mas ocultas de los corazónes, las insidias del demonio, y sus tentaciones, dando documentos saludables: hacia milagros, y continuamente gozaba éxtasis y coloquios celestiales. Estando ya, pues, Martin enriquecido de virtudes; y bien sazonado para el cielo, atormentado con una larga enfermedad, sin nunca dejar por esto sus obras de caridad, despues de haber pronosticado muchas veces su muerte, caminando en el año sesenta de su edad, y fortalecido con los sacramentos, exhaló el alma en manos del Señor con frente serena y y rostro alegre el dia 3 de Noviembre de 1638, y voló al abrazo que toda su vida habia solicitado y amado tanto.

Como la fama, pues, de su santidad, probada con tantos prodigios, creciese de dia en dia, presentada la causa de sus virtudes, segun costumbre, a nuestros venerables hermanos cardenales de la Congregacion de Ritos, nuestro Predecesor de feliz memoria Clemente XIII, Papa, por solemne decreto librado el dia 27 de Febrero del año 1763, declaró que eran heróicas sus virtudes. Pero despues, tratándose de los milagros que, para significar á los hombres su santidad, habia Dios obrado por su mano, de los cuales dos, principalmente, fuera de otros, la misma Congregacion de Ritos, una hasta tres veces, como se acostumbra, los discutió, y mirados y pesados en fiel balanza, Nos, por decreto de 20 de Marzo de 1836, fuimos de sentir que debian aprobarse. Deseando, pues, presentar á los fieles cristianos, especialmente á aquellos que se han ceñido con las leyes de la vida religiosa, tan ilustres ejemplos de virtudes; otra vez con diligentísimo exámen, determinamos para mayor gloria de Dios, cuanto está de nuestra parte, en estos tiempos tan calamitosos y lamentables de la civil y cristiana república, darlos á luz. Así es que la misma Congregacion, reunida en nuestra presencia el dia 27 de Abril de 1836, oidos tambien los votos de los consultores, á una voz y con un mismo espíritu, fué de sentir que cuando Nos pareciese declarásemos á este siervo de Dios por beato con todos los indultos, hasta que se haga su solemne canonizacion. Nos, pues, movidos de los esforzados y piadosos ruegos de toda la inclita familia dominicana, y principalmente de nuestro amado hijo Tomas Jacinto Cipolletti, prelado ó ministro general de la órden de los hermanos predicadores, y procurador de esta causa en esta ciudad, con el asenso y consejo de la enunciada Congregacion de Cardenales, por nuestra autoridad apostólica, en fuerza de estas nuestras letras, ordenamos y damos facultad para que al mismo siervo de Dios Martin de Porres, hermano tercero profeso y servicial del órden de Predicadores, se le dé en lo sucesivo el nombre de beato, y que su cuerpo y reliquias (menos en las solemnes procesiones) se expongan á la pública veneracion de los fieles, y que sus imágenes se adornen con rayos y resplandores. A mas de esto, con nuestra misma autoridad, concedemos que todos los años se reze el oficio y Misa de él, del comun confesor, no pontífice, con las oraciones propias por Nos aprobadas, segun las rúbricas del Misal y Breviario Romano. Pero, el rezo de este oficio y celebracion de su Misa, concedemos se practique el dia 5 de Noviembre solo en Lima y su diócesis, por todos los fieles cristianos seculares y regulares que están obligados al rezo de las horas canónicas, y en todos los templos donde esté instituido el órden de los hermanos predicadores. Y en cuanto toca á las Misas, que las celebren todos los sacerdotes que concurran á las Iglesias donde se hace esta fiesta. Finalmente concedemos é indultamos que el primer año, despues de dadas estas nuestras letras de la beatificacion del siervo de Dios Martin de Porres, y despues de solemnizada esta en la basílica del Vaticano, que determinamos que se haga el dia 29 del mes de Octubre del presente año, en los templos diocesanos, y en los del órden de que va hecha mencion, el dia que señalen los prelados ordinarios, se celebre la fiesta con oficio y Misa del rito de doble mayor, No obstante

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constituciones, ordenaciones apostólicas, ni decretos expedidos acerca del no culto, ni cualquiera otras contrarias. Queremos tambien que los ejemplares de estas letras, aunque esten impresos, siempre que se hallen suscritos de la mano del secretario de la Congregacion, signados con el sello del prefecto, tengan aun en las contiendas judiciales que hubieren, la misma fé que tendrian si estuviese en ellas significada nuestra voluntad.

Dado en Roma, en Santa Maria la Mayor, signadas con el aniIlo del Pescador el dia 8 de Agosto de 1837, de nuestro pontificado el año séptimo.--Lugar del sello-Por el señor Cardenal de Gregorio-A. PICCHONI-Sostituto.

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Acaba de solemnizarse la beatificacion de los dos siervos de Dios, con toda la pompa y devocion que se deseaba. (*)

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